XII Festival de Cine y Derechos Humanos. by Fernando Iradier.
En el último número de Arteuparte, Josemi Beltrán nos hablaba del Festival de Cine y Derechos Humanos, un evento que ha ido creciendo con los años hasta convertirse en referencia ineludible dentro de la apretada agenda cultural de la ciudad. El séptimo arte siempre ha sido una poderosa herramienta para denunciar toda clase de injusticias y reivindicar la importancia de nuestras libertades y derechos, como viene a demostrar la selección de largometrajes y cortos que ha pasado estos días por la pantalla del Victoria Eugenia. Como de costumbre, ha sido imposible satisfacer la obsesión del cinéfilo compulsivo por abarcarlo todo. Pero hemos estado cerca. Os dejamos con unas breves reseñas de todas las películas vistas durante esta intensa semana. Sobra decir que podemos entrar a valorarlas desde un punto de vista cinematográfico, pero todas ellas atesoran también otra clase de valores. Sin duda, los que de verdad importan.
Circles
Srdan Golubović
La edición de este año arrancó oficialmente con un drama serbio basado en hechos reales, minutos después de la entrega del Premio del Festival al realizador francés Robert Guédiguian. Han pasado quince años desde que la vida de los protagonistas diera un vuelco durante la Guerra de Bosnia, a raíz de un suceso cuyo desenlace -intuido- queda en suspenso durante gran parte del film. Es una pena que después de esta premisa Golubović muestre demasiado y no sepa cerrar antes las historias conexas que componen su película, resultando el conjunto un tanto descompensado. Todo cuadra dentro de la carambola del destino que va uniendo a los diferentes personajes, aunque para ello se tenga que recurrir al maniqueísmo de un malo con chupa de cuero. No quita para quedarse con las estupendas interpretaciones del reparto y una dirección de autor presidida por ese uso repetitivo de la música y los planos frontales que también se sobreponen, toda una metáfora de la imagen para hablarnos del karma, la culpa heredada y el peso del pasado, círculos que no terminan de cerrarse después de que una piedra caiga al agua. En cualquier caso, una más que digna cinta de inauguración.
Gabrielle
Louise Archambault
Es posible que los tacañones del lugar arqueen la ceja al enterarse de que esta película trata del amor entre dos personas con discapacidad intelectual, recordando quizá el polémico paso de Yo, también por Donostia hace unos años, Concha de Plata al mejor actor incluida. Podrán decir que la historia no está bien desarrollada y meterse con su elegancia pudorosa para Señoras del Príncipe o el exceso de ligereza de sus devaneos humorísticos. Hasta criticar a esa especie de Sabina canadiense pasado de rosca que reconduce con sus canciones el destino de un coro de seres humanos situados en el limbo del desconocimiento. Pero, a poco que se mire con buenos ojos, Gabrielle es una película que llega directa al corazón. No se debe solamente a la química de su pareja protagonista, Marion-Rivard y Alexandre Landry. Archambault rueda con un estudiado naturalismo este romance que remite -no sólo por su procedencia- al aprendizaje de Profesor Lazhar, suscitando en nosotros el interés por hablar de una realidad incómoda, que existe pero se invisibiliza. Los que vieron aquel estupendo documental australiano llamado Scarlet Road sabrán perfectamente de qué hablo.
El Bumbún
Fernando Bermúdez
El Bumbún, ópera prima del realizador Fernando Bermúdez, parte de unos increíbles hechos reales acaecidos en la Argentina rural de los años setenta, la historia de una niña obligada a hacerse pasar por varón desde su nacimiento por imposición, necesidad y vergüenza de su padre. Se trata de un debut sorprendente para un film que sobre el papel parecería arquetípico de los Horizontes Latinos del Zinemaldi, aunque los movimientos de la cámara pronto nos dejan claro que lo que más le interesa al director es contar una historia sin demasiados circunloquios. Como el durísimo drama que retrata, El Bumbún es una película detenida en el tiempo, el de un mundo aislado en el pasado al que los vientos del cambio sólo llegan a través de una radio, esa clase de lugares en los que las injusticias de la miseria terminan creando monstruos. De ahí ese final que puede parecer incompleto a los ojos de los espectadores menos avezados. Todo se repite, como el ciclo de las estaciones. El mismo alumbramiento, la misma mujer en busca de su identidad y una religión común en la esperanza de que todavía queden hombres buenos. Excelente resultado para un largometraje pequeño pero con las ideas muy claras.
Pussy Riot: Una plegaria punk
Mike Lerner, Maxim Pozdorovkin
Llevamos tiempo oyendo hablar de las activistas que revolucionaron Rusia tras irrumpir en la catedral más importante del país con sus pasamontañas de colores. También de lo que supuso aquella osadía y sus consecuencias, hasta el punto de condicionar la imagen de una nación y su presidente de cara al resto del mundo. Semejante material daba para mucho y lo cierto es que este documental de la HBO toca varios temas interesantes, pero las conclusiones que extrae de todos ellos son demasiado transigentes. En vez de plantear preguntas incómodas a colación de las canciones protesta de las Pussy Riot, los directores han optado por un reportaje para indignarse un rato desde el sofá de casa. Apenas un posicionamiento al recordar la represión religiosa bolchevique detrás del inquietante poder de la iglesia ortodoxa. Así, el análisis de las personalidades de Nadia, Masha y Katia convierte la disección de su procedimiento judicial en la más naif de las performances. La presencia de Madonna y demás oportunistas es el mejor ejemplo de lo fácil que resulta vaciar de contenido a una protesta digna, fagocitada ahora por otro sistema. Aunque a este lado de la frontera nos sintamos más seguros.
The Unknown Known
Errol Morris
Uno de los platos fuertes del festival, The Unknown Known supone un denso acercamiento en primera persona a la figura de Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa de los Estados Unidos durante los mandatos de Gerald Ford y George Bush hijo. Vaya por delante que el afamado documentalista Errol Morris no es Michael Moore ni lo pretende. A pesar de que el interés de los temas que toca esta película -de Pearl Harbor a los acontecimientos que siguieron a los atentados del 11-S pasando por el escándalo Watergate- podría subrogarse al estudio del personaje, Morris consigue hacernos partícipes de una manipulación sutil a imagen y semejanza de su entrevistado. El director alterna este retrato a dos cámaras con material de archivo y una estupenda partitura de Danny Elfman, pero la clave de los memorandos que salen a la luz es sin duda la metáfora de ese océano transformado en cenagal. O tal vez la imagen de un animal político duplicado, dándose la espalda a sí mismo en el espejo. La realidad, como las acepciones de una palabra en el diccionario, es distinta a través de los ojos del que mira. En efecto, hay verdades del todo desconocidas. E igualmente inquietantes…
Princesas rojas
Laura Astorga
La segunda incursión del cine latinoamericano en el festival llegó de la mano de Princesas rojas, una película sobre cómo los ideales pueden enterrar una infancia. A lo largo de este film ambientado en la Costa Rica de los años ochenta y narrado desde el punto de vista de las hijas de dos activistas sandinistas, la debutante Laura Astorga reitera el drama autobiográfico de una clandestinidad en la que la presencia de las pequeñas puede parecer forzada. Es una elección absolutamente coherente que prefiere dejar de lado las relaciones de los mayores, el posicionamiento político o el suspense. Lástima que esta exploración de la niñez en la que la inocencia de los juegos termina cediendo ante la cruel realidad del mundo adulto -ese en el que una madre puede llegar a traicionar al padre de sus hijas con otro país- desemboque en un final tan abrupto. A destacar la cuidada recreación de la época y el trabajo de las pequeñas actrices protagonistas, especialmente la de Valeria Conejo, que se come a sus compañeros de reparto. Poco habitual, tanto por su nacionalidad como por el contexto histórico en que se desarrolla, Princesas rojas es un trabajo valiente y rodado con mimo, a pesar de no estar bien resuelto del todo.
Fire in the Blood
Dylan Mohan Gray
Conocido por muchos pero raramente concretado en hechos, Fire in the Blood nos descubre los entresijos del lobby de las grandes empresas farmacéuticas. Concretamente, los que se refieren al acceso de los más desfavorecidos a los tratamientos contra el SIDA y el sistema de patentes que bloqueaba la distribución de retrovirales. Narrada en varios continentes y sin dejar de reivindicar a las figuras que ayudaron a revertir esta situación a finales de los noventa, el documental de Dylan Mohan Gray es absolutamente sobrecogedor. Poco importa que conectemos más o menos con las historias personales que se intercalan con otros testimonios de primer orden como los de Bill Clinton, Desmond Tutu o el activista sudafricano Zackie Achmat. Al margen de valor cinematográfico que pueda tener este trabajo, sorprende la contundencia y solidez de los datos que aporta y la magnitud del genocidio que denuncia, reflejo de un mundo de ricos y pobres en el que la impunidad de la usura y los monopolios se imponen a las vidas humanas. John Le Carré no andaba en absoluto desencaminado cuando escribió El jardinero fiel, que luego llevaría al cine Fernando Meirelles. Tan terrible como cierto.
I Am Breathing
Emma Davie, Morag McKinnon
Este es un documental sobre los últimos meses de vida de un hombre cuyo cuerpo se va paralizando por completo. ¿Crónica de una muerte anunciada? Ciertamente, I Am Breathing puede parecer el retrato dramático de un enfermo terminal. Y sin embargo, aquí no se habla directamente de cuidados paliativos o derecho a la eutanasia ni se recurre conscientemente a la frivolidad de extraer lecciones vitales de la batalla del moribundo. Es más, en última instancia este acercamiento se convierte en una carta de amor al mundo del futuro que añadir a esa caja de recuerdos que el protagonista deja para su hijo. No es una elección en absoluto achacable a los directores. A pesar de que la personalidad del sujeto de estudio esté impregnada de dignidad con unas gotas de humor negro, su sufrimiento está enfocado con una honestidad fuera de toda duda. Esos hermosos y escasos momentos en los que la enfermedad de Neil Platt cede a la poesía de la imagen tras el cristal de la ventana lo dejan claro. Hay un héroe anónimo en las memorias de esta aceptación del final que llega para todos, con su tristeza cruda y sus sentimientos a flor de piel. Como se ha dicho: Incluso a las puertas de la muerte, la vida sigue creciendo.
Echevarriatik Etxeberriara
Ander Iriarte
En el coloquio que siguió a la proyección de Echevarriatik Etxeberriara a más de uno le vino a la cabeza la polémica participación de Chema Herzog en el Salvados de Jordi Évole. Al igual que las declaraciones del concejal del PP en Rentería, la propuesta de Ander Iriarte sorprende. No tanto por los testimonios de los vecinos de Oiartzun que van circulando delante de la cámara, sino por su valentía. Puede que este documental descubra -aun para algunos vascos- cosas nuevas. Que detrás del enemigo siempre hubo una persona, que hay muchas clases de abertzales o que el Estado juega con su propia e injustificable violencia. Pero no es tan habitual que desde la izquierda combativa se hable tan abiertamente del arrepentimiento o de una sociedad mediatizada por las reivindicaciones políticas. Con cierta equidistancia, Iriarte enfrenta posturas con unas tremendas resonancias morales. Habrá quien diga que este trabajo de fin de carrera, sin grandes alardes pero muy bien pensado, es sesgado. U oportunista. Nada más lejos de la realidad que distorsionan los prejuicios. Julio Medem ya hablaba de ello cuando rodó La pelota vasca. Es indispensable superar el odio para no perpetuarlo.
Web Junkie
Shosh Shlam, Hilla Medalia
Web Junkie llegaba precedido por buenas críticas a su paso por Sundance. No es para menos. Hay mucha ambigüedad en este vis a vis con unos chavales confinados en un complejo de desintoxicación para adictos a Internet, del arquetipo del adolescente rebelde hasta ese otro detrás del cual se intuyen toda clase de abusos y trastornos. Incluso en el posicionamiento empático de la enfermera frente a esos monitores que parecen sacados de La chaqueta metálica. Pero, como las rejas decoradas con plantas artificiales, no se puede ocultar lo que hay detrás de esos centros militarizados, eco de una sociedad enferma que aplica sus propias técnicas de aislamiento a un capitalismo de contradicciones. En efecto, el mejor valor de este documental reside en dejar cosas a la libre interpretación del espectador. O más bien no. Quizás algún padre preocupado porque su hijo pasa demasiadas horas pegado a la pantalla del ordenador -antes era el IRC, después el Messenger y ahora Facebook o el último MMORPG de moda- pueda malinterpretar las respuestas de algunos de los internados. Al espectador atento no se le escapará una verdad velada: Algo huele a podrido en China. Y no es el World of Warcraft.
Tous cobayes?
Jean-Paul Jaud
El que avisa no es traidor. Es de recibo comenzar esta reseña aclarando que nos encontramos ante un documental de denuncia militante. Con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva. Tous cobayes? hubiese agradecido algo más de contraste además de las apariciones de la comunidad científica, pero es un trabajo apasionante para cualquiera que esté interesado en la materia de los transgénicos y las centrales nucleares. Jean-Paul Jaud no renuncia a enfocar estos grandes problemas para centrarse en las pequeñas historias de la gente que termina pagando el pato, una relación causa-efecto más directa de lo que nos imaginamos. La multiplicidad de sus personajes y ubicaciones puede resultar en un análisis demasiado difuso, hasta el punto de pensar que el metraje daba para dos estudios que finalmente confluyen. Incluidos esos interludios musicales a base de taiko y tambores africanos que van de la Bretaña francesa hasta Fukushima, como ecos de la globalización. Habrá quien opine que todos los minutos son pocos para explicar que, una vez más, el corazón del poder es un engranaje que engulle sin pensar en el origen de las materias primas. Sean alimentos o seres humanos.
Tales From the Organ Trade
Ric Esther Bienstock
¿Pagarías por un rinón de contrabando si tu vida dependiera de ello? Es la difícil pregunta que nos plantea sin rodeos este estupendo documental en la onda de las mejores producciones de la HBO. La estremecedora imagen de una comunidad de filipinos mostrando sus cicatrices a la cámara parece responder por nosotros, pero el film de Ric Esther Bienstock va cuestionando poco a poco la cara oculta del tráfico internacional de órganos sin entrar en juicios morales definidos. Tales from the Organ Trade plantea pues un debate ético ante el que no resulta fácil posicionarse, deformando a héroes y villanos, altruistas y mafiosos al servicio de una sociedad desarrollada en la que el sistema sanitario falla. Nadie mejor para narrar todo esto que David Cronenberg, uno de los directores que más se han interesado por las vibraciones de la carne y el interior -literalmente- del cuerpo humano. Esos brazos deformados por los pinchazos de la diálisis pudieran haber salido perfectamente de su cabeza. De Colorado a Manila pasando por Estambul, su voz nos guía por un abismo de convicciones en la cuerda floja. ¿Víctimas, culpables o beneficiarios? No hay una respuesta única. Ustedes deciden.
Ateak zabalduz
Juanmi Gutiérrez
Ateak zabalduz es algo más que un recorrido por los últimos bastiones okupas de Donostialdea. En este estudio Juanmi Gutiérrez ha buscado desmontar tópicos, pero también examinar el pasado, presente y futuro de algunas casas y habitantes que todavía resisten. Más allá, su recorrido parte de las anécdotas personales para reflexionar acerca de la relación del movimiento con la política, el feminismo o la educación. Pero tal vez la pregunta más interesante que plantea su documental sea si la ocupación ha devenido en un modelo de vida o en un acto de protesta. Paradójicamente, puede que Abriendo puertas sea el reflejo de un mundo que se acaba. O que el reciente derrumbe de muchos de los pilares sobre los que nos hemos venido asentando haga que sea más necesario que nunca hablar de autosuficiencia y métodos de vida alternativos. De lo que no cabe duda es de que hay belleza y orgullo en esos grafitis y pintadas reivindicativas que remiten a un mundo de ideales perdidos. También en esa imagen final de Casilda que parece decirnos que, de un modo u otro, el espíritu de la resistencia sigue vivo.
P.D.: Aquellos interesados en la materia pueden complementar el visionado de Ateak zabalduz con el de Kampsa. 20 años de ruina y escombro, proyectado en la última edición del Dock of the Bay.
The Selfish Giant
Clio Barnard
Si había un largometraje de ficción que venía recomendado este año, ese era The Selfish Giant, centrado en las desventuras de dos críos que conviven con la marginalidad. Por eso uno no termina de entender por qué esta película va avanzando a través de los barrios deprimidos de Inglaterra por los que merodean sus protagonistas -magníficos Conner Chapman y Shaun Thomas- para alcanzar de golpe y porrazo un punto de no retorno. La directora Clio Barnard consigue extraer una extraña poesía de la chatarra, pero su drama termina de la forma esperada sin aclarar la naturaleza de su fábula moral o ahondar en su historia de amistad y codicia. El balance final es decepcionante, sobre todo por la sensación de que, de algún modo, parece haber cedido a los convencionalismos del cine británico. Algunos sabrán encontrar las reminiscencias del texto de Oscar Wilde en que se basa o apreciar la sordidez de su realismo social. Para el resto, no habrá historias de caballos vencedores corriendo bajo las estrellas, ni siquiera la promesa de un mañana mejor, sólo la miseria transformada en el horror de la muerte. Puede que la culpa sea del hype o -muy probablemente- esté en los ojos del que mira.
Piratas y libélulas
Isabel de Ocampo
En el barrio de Las Tres Mil Viviendas de Sevilla, una encomiable maestra de instituto utiliza el teatro como medio de integración y desarrollo personal. De entre todas las maneras que había de contar esta historia, la directora salmantina Isabel de Ocampo ha optado por sobreponerse con humor y buena cara a las dificultades de una realidad conflictiva que tampoco se nos esconde, del mismo modo que los adolescentes protagonistas encuentran en la ficción una vía de escape para sus problemas. Los Capuletos y Montescos de Shakespeare se transforman aquí en payos y gitanos para decir cosas que algunos de los actores que los encarnan todavía no han asimilado del todo. Es ese tránsito hacia la madurez de los propios intérpretes, la transformación del sentimiento fingido en propio, lo que hace grande a Piratas y libélulas. Imposible no enamorarse de Mati y sus alumnos. Este es un film hecho desde el cariño y eso se transmite más allá de la pantalla. A diferencia de lo que expresaba una de las participantes en el coloquio tras la proyección de las Pussy Riot, este modesto documental demuestra que el arte y la cultura sí pueden cambiar una pequeña parte del mundo.
PALMARÉS XII FESTIVAL DE CINE Y DERECHOS HUMANOS
– Premio del público al mejor largometraje: Sort Term 12
– Premio Amnistía Internacional: Tales From the Organ Trade
– Premio del Jurado Joven al mejor cortometraje: Minertita
TOP XII FESTIVAL DE CINE Y DERECHOS HUMANOS
1.- The Unknown Known
2.- I Am Breathing
3.- El Bumbún
4.- Tales From the Organ Trade
5.- Gabrielle