El buen cine llega de la Costa de la Muerte con Lois Patiño.
Tierra de leyendas, paisajes y naufragios, la Costa da Morte abraza el Océano Atlántico desde Malpica de Bergantiños hasta el cabo Finisterre. Es el entorno que retrata el primer largometraje de Lois Patiño (Vigo, 1983), buen exponente de una generación de jóvenes realizadores que viene pisando fuerte. El gallego ha visitado San Sebastián por partida doble. Su documental aterriza en el Trueba después de haberle granjeado un premio al mejor director emergente en la pasada edición del Festival de Locarno. Al tiempo, su corto Montaña en sombra se ha proyectado en el Teatro Principal dentro de la selección que cada año nos llega desde el prestigioso Labo de Clermont-Ferrand, donde también se alzó con el premio especial del jurado. No podíamos dejar pasar la ocasión para reunirnos con él y charlar acerca de su particular visión contemplativa del cine.
Arteuparte: Róterdam, Nueva York, Clermont-Ferrand, Locarno… A tus treinta años, tienes ya una importante trayectoria en los circuitos internacionales. ¿Cómo te introdujiste en el mundo del arte?
Mis padres son pintores abstractos (N.d.E: Antón Patiño y Menchu Lamas, referentes del boom de la pintura gallega tras el franquismo) y he crecido en ese ambiente cultural, yendo con ellos a exposiciones, viendo como trabajaban… Siempre he estado muy inmerso en ese universo. De todos modos, pasó un tiempo hasta que vi que lo mío era dedicarme a la creación. Empecé estudiando psicología, por un interés más general, para compaginarlo en segundo curso con cine y videoarte. Una vez empiezas ya es una necesidad. En mi película y otros proyectos he buscado una aproximación entre la pintura y el cine, fusionando la imagen del vídeo con la imagen pictórica.
AP: Como director de cine, ¿Cómo entiendes el documental?
Es un término con unas fronteras muy permeables. Para mí, son películas que se enfrentan a una realidad concreta. Mi película es documental porque retrata a la comunidad gallega de la Costa da Morte. Es un documental porque se enfrenta a la vida real, pero realmente dialoga con el cine experimental porque tiene una concepción formal muy clara. Toda la película está construida a base de planos abiertos paisajísticos en los que la figura humana está alejada y el sonido lo escuchamos próximo. Esos son a nivel formal los códigos conceptuales del film. Es un cine documental experimental. De hecho, mi película se mueve indistintamente por festivales de cine experimental y documental. En cada contexto se ve de una manera diferente.
AP: ¿Cuáles son tus referentes artísticos y, más concretamente, cinematográficos?
Hay una serie de autores que suelo nombrar, no sólo porque con ellos haya aprendido a hacer películas, sino también porque me han enseñado a contemplar el paisaje. Pertenecen a la corriente del estructuralismo paisajista americano. El que más me interesa es Peter Hutton, pero ahí están también James Benning o Sharon Lockhart. Peter Hutton trabaja en 16 milímetros y sus películas se proyectan sin sonido, en completo silencio, lo que te hace acceder a una intimidad mayor con las imágenes. Busca movimientos sutiles del paisaje que despierten cierta magia o misterio. Contemplar sus trabajos es algo casi espiritual. Benning trabaja de una manera más rígida. Tiene, por ejemplo, una película compuesta por planos fijos de cielos de diez minutos cada uno. Te obliga a contemplar ese cielo y aprendes a profundizar en la mirada y los significados que la imagen va adquiriendo con el paso del tiempo, con una paciencia a la que no estamos acostumbrados. De Sharon Lockhart hay una película concreta, Double Tide. Son dos planos de cuarenta y cinco minutos que retratan a una mariscadora en un mismo lugar por la mañana y por la tarde. De hecho, en Costa da Morte hay una escena en la que repito un mismo espacio en distintas condiciones atmosféricas que remite directamente a este trabajo.
AP: ¿Cómo surge el proyecto de Costa da Morte?
Yo llevaba tiempo trabajando en el paisaje, cómo se representa en el audiovisual y su relación con el ser humano. Siempre películas contemplativas, sin diálogos, donde me interesaba sobre todo los movimientos del paisaje. En esta quería retratar uno con identidad cultural, que tuviera su carga histórica y de leyendas. También tenía otras ideas en mente, como tocar el tema del trabajo, del esfuerzo físico del ser humano en el paisaje. Todo esto quería representarlo con una doble distancia perceptiva, provocando un choque. El sonido de las personas lo escucharíamos próximo pero la figura humana estaría alejada. En Galicia hay unas ayudas fantásticas destinadas a directores sin necesidad de productora. Preparé un proyecto y salió seleccionado. En cuanto a la Costa da Morte, me atraía su imaginario en relación a su dramatismo, el historial de naufragios, la idea del fin del mundo… Desde el primer momento supe que era el lugar que quería retratar.
AP: ¿Cómo se desarrolló el rodaje?
Eramos sólo dos personas en el equipo, Carla Andrade y yo. Durante cuatro o cinco meses alquilamos casas en distintos pueblos para visitar cada zona. Quería abarcar la mayor diversidad posible, tanto de lugares como de trabajos que se desarrollan en el entorno natural. Hubo algo de localización mientras preparaba el proyecto pero luego se trataba de ir montando el puzzle, viajando y haciendo una labor casi de fotógrafo, porque toda la película está compuesta por planos fijos. Íbamos a la búsqueda del momento revelador, un espacio en el que aparezca un instante mágico, algo que despierte cierta poesía o una energía especial. Era como ir a pescar. Grabamos mucho. No sé ni cuantas horas. Es lo bueno del digital: si no surge nada, lo borras. El montaje lo iba haciendo a la vez que realizaba el rodaje, para ir viendo las necesidades de la película. La concepción formal estaba formada pero la narrativa se iba formando. Es una película que va saltando con una cierta idea de continuidad espacial o atmosférica de unas escenas a otras.
AP: Visualmente la película es apabullante. Más allá de ese retrato paisajístico, casi pictórico, se puede hablar de costumbrismo, leyendas, la relación hombre-naturaleza… o quizás de un misterio que no se puede definir. ¿Qué hay detrás de la Costa da Morte?
Yo trababa de jugar a varios niveles. Uno era la relación del trabajo con el entorno natural y el esfuerzo físico en relación al paisaje. Quería generar sinestesias en ese sentido. Escuchamos pero están lejos. Mirada y oído se funden, pero también escuchas como tocan el árbol o la tierra, de manera que te remite al tacto. Se trataba, de alguna manera, de crear una confusión sensorial. Otro era retratar las costumbres y tradiciones. Vemos La Rapa das Bestas, un simulacro de naufragio o fiestas con ferias más populares. Pero sabía que el protagonista, el único que íbamos a seguir a lo largo de la película, iban a ser los elementos naturales. Las rocas, por ejemplo, que en esta zona son muy importantes a nivel de leyendas y están cargadas de significado, poderes curativos y de fertilidad, son las causantes de muchos naufragios… El viento, las olas, el mar y el fuego, con la triste realidad de los incendios que asolan Galicia cada verano. Todo ello buscando esa poesía en la imagen, una estética de belleza y misterio que se va tiñendo de dramatismo.
AP: Esta pregunta es un poco tópica. ¿Hay cabida en las salas de cine para este tipo de propuestas o tienen que quedar relegadas a museos y festivales?
Yo creo que todo depende de aquello a lo que esté habituado el público. A lo mejor mi película supone un salto demasiado grande para alguien que esté acostumbrado a películas de ficción convencionales. Para mí el ideal es acudir al cine con ganas de descubrir cosas nuevas, que te sorprendan. Yo soy así como espectador. Valoro mucho la originalidad. La prefiero a la perfección. Esa voluntad de querer explorar nuevos lenguajes es lo que más me interesa. Quizás a día de hoy el salto sea demasiado grande para los espectadores que vayan con la idea de que les cuenten una historia en tres actos. Es una película para dejarse llevar por las imágenes y sumergirse en esa atmósfera, algo más sensorial.
AP: A mí me ha resultado bastante más accesible de lo que esperaba…
Me lo han dicho mucho. Me sorprende y me gusta. Creo que puede ser porque es una película coral y eso la hace muy variada. Son como pequeños cortos que van formando un conjunto más grande, una película sobre la Costa da Morte. Sí que hay planos fijos de tres o cuatro minutos que son un poco más exigentes. Tú eres siempre tu primer espectador y si aguanto tanto el plano es porque veo que su energía todavía está viva. Aunque eso es una mirada muy subjetiva. A lo mejor a alguien se le agota la paciencia antes.
AP: Por el Trueba han pasado en los últimos meses muchos directores jóvenes como Mar Coll, Jonás Trueba, Albert Serra o Elías León Siminiani. ¿Qué opinión te merece este otro cine español independiente y esta nueva corriente de realizadores?
Es fantástico que dentro del panorama español vayan surgiendo nuevos creadores y con ellos una pluralidad de miradas. No sé qué opinar a nivel de conjunto pero está claro que hay varios factores. En primer lugar, ahora es más fácil hacer películas. Te basta con una cámara de vídeo y un ordenador. Además, como la industria cinematográfica está de capa caída es más fácil que afloremos y tengamos visibilidad. Este cine que se ha venido llamando underground ya no está tan eclipsado por las grandes películas. También quiero hablar del contexto concreto de Galicia. Nunca había habido en Galicia una cinematografía tan interesante y con tanta repercusión internacional como la de los últimos años. Todos vosotros sois capitanes de Óliver Laxe se estrenó en el festival de Cannes en 2010 y se llevó el premio FIPRESCI. Un año más tarde, Vikingland de Xurxo Chirro se estrenó en Marsella. En 2012 Arraianos pasó por Locarno y al siguiente El quinto evangelio de Kaspar Hauser de Alberto Gracia ganó otro FIPRESCI en el festival de Róterdam… En cuatro años cinco cineastas gallegos han sacado adelante sus películas y están recorriendo el mundo con ellas. Parte del mérito lo tienen las ayudas comentadas pero también está detrás la productora Zeitun Films. Ya en España, el abanico es enorme: Neus Ballús, Fernando Franco, Jonás Trueba, Isaki Lacuesta, o incluso Javier Rebollo en una generación distinta.
AP: ¿Nos puedes contar algo de tus próximos proyectos?
Llevo viajando con la película desde que se proyectó en Rotterdam, así que no he tenido mucho tiempo para trabajar en otras cosas. Lo más inmediato es una primera exposición individual en La New Galery de Madrid, una serie de instalaciones tituladas Eco de la imagen. Es también una reflexión en torno a la imagen y el acto contemplativo. Ya estoy con la primera versión del guión de mi siguiente largometraje, aunque aún voy a tardar. Lo voy a hacer en 16 milímetros. Lleva el título provisional de Tiempo vertical. Últimamente estoy muy interesado en la reflexión de la experiencia temporal en la imagen. Me baso en una distinción que hace Gaston Bachelard entre tiempo horizontal y vertical. El tiempo horizontal sería el tiempo de la naturaleza, el agua que corre, el viento que vuela… frente al vertical, que sería el de la conciencia y la imagen poética cuando te deslumbra, este efecto de estar fuera del mundo -o metido en tu propio mundo- que te saca fuera del fluir del tiempo. Es un trabajo más conceptual que narrativo. Quiero trabajar sobre estas ideas. No descarto hacer ficción en un futuro pero siempre será tratando de explorar nuevos lenguajes y ampliar las capacidades expresivas del cine.
ENTREVISTA: Fernando Iradier (@Fer_Iradier)
https://www.youtube.com/watch?v=ZBmsgON8PVg