Dockofthebay 2018
Es la primera cita del año en nuestro calendario cinéfilo y nunca decepciona. Una vez más, el Festival de Cine Documental Musical de San Sebastián nos ha dejado varias perlas a su paso por el Trueba y el Teatro Principal, una edición que ha brillado especialmente en la Sección Oficial, más arriesgada que nunca en su apuesta por explorar los márgenes del género. Os dejamos con unas breves reseñas de (casi) todas las películas proyectadas estos días en el Dock.
Rudeboy: The Story Of Trojan Records
Aunque el nombre de Trojan Records haya quedado asociado de por vida a los géneros del ska y el reggae, no todos conocen los orígenes del emblemático sello británico. The Story Of Trojan Records es también la historia de un sonido que nació en Jamaica para ser adoptado por las nuevas generaciones del Reino Unido. Nicolas Jack Davies reconstruye ese pasado a través de testimonios de sus supervivientes, escasas imágenes de archivo y unas recreaciones innecesarias pero bien rodadas. Hay mucha chicha en los episodios de esta discográfica que murió de éxito, desde los sound systems callejeros hasta las guitarras que endulzaron los ritmos de islas más cálidas, de los rude boys a los skinheads pasando por la emigración y la búsqueda de raíces en tierra extranjera. Pero, por encima de todo, este documental viene a contarnos que las canciones son un verdadero vehículo de trasmisión cultural. Como dice uno de los protagonistas, la música es como el agua. No entiende de colores.
Basahaideak
Que los vascos son-somos sujetos de estudio lo sabe bien la realizadora Elsa Oliarj-Inès, criada en la región de Soule, nuestra Zuberoa. Como las canciones de los pastores que explora, Basahaideak es un trabajo modesto que emociona con la mínima expresión, una recopilación de poemas cantados al viento que tienen algo de primitivo, salvaje y natural. A medio camino entre la etnografía y el viaje de un músico que quiere actualizar esos versos en euskera, el documental se erige también en paseo por los paisajes del mundo que los alberga, el verde de la montaña, la niebla del bosque y la sencillez del mundo rural. Y es que aunque la directora parece buscar a ratos el diálogo intergeneracional, la sensación de historia inacabada termina apoderándose de su película. Quizá esté implícito en su naturaleza, pero al escuchar esas versiones con acompañamiento musical de su hermano Oihan -por otra parte, maravillosas- uno tiende a la tristeza. No es de extrañar. Son los ecos de unas voces que se extinguen.
Millford Graves Full Mantis
No era tarea fácil acercarse a una figura tan inabarcable como la de Millford Graves, batería de jazz y percursionista de vanguardia por excelencia. Y es que Full Mantis es uno de esos documentales condenados a diluirse en torno a su protagonista. No en vano, los directores de esta película son dos de sus pupilos y parte del guión ha corrido a cargo del propio músico. No podía ser de otro modo. Con absoluta libertad, Graves desgrana ante la cámara sus creencias personales, ciencia, misticismo, biología, artes marciales y un modo de entender la vida tan excéntrico como clarividente. Esta originalidad se refleja también en un montaje sincopado cercano a la catarsis y en el material de archivo rescatado, destacando esa performance en una escuela japonesa para niños autistas. Podemos creer o no en su verdad, pero ciertamente hay algo orgánico e indefinible en el caos sonoro que el artista refleja en los ritmo cardíacos o las plantas de su jardín. Llámenlo energía cósmica. O simplemente, música.
Hello Hello Hello: Lee Ranaldo, Electric Trim
En 2017 Lee Ranaldo contó con el buen hacer del catalán Raül Refree para la producción de su disco Electric Trim. Este documental recoge de forma exhaustiva la grabación de aquel trabajo, construido como un rascacielos cuyos cimientos parten de un ladrillo hasta alcanzar alturas desconocidas. Podemos ver aquí esa acumulación de capas y sinergias canción a canción, desde el acústico desnudo hasta el acople de cada uno de los colaboradores, incluida la poco conocida figura del letrista, a la sazón, el escritor de ciencia ficción Jonathan Lethem. Tras la faena, uno no escucha del mismo modo el resultado final en el programa de edición. Dicho esto, sería un error pensar que esta película es un mero making off o un producto para fans de Sonic Youth. Además de eso, Hello Hello Hello es un documento de excepción para todos aquellos interesados en los vericuetos del proceso creativo. Y en el camino se nos quedan en la cabeza fragmentos de preciosas melodías. A mí ya me han vendido el disco.
Lou
De primeras, sorprende que los jóvenes cineastas que firman este documental hayan decidido dedicar su ópera prima a la zarauztarra Lou Olangua, figura del panorama musical vasco de los ochenta a reivindicar. Este acercamiento a la que fuera cantante de Humedecidos y OK Korral está presidido por el cariño que despiden las entrevistas realizadas a sus amigos y compañeros de banda, describiendo a una mujer que era, ante todo, actitud, mantra por excelencia del punk de trinchera. Rockabilly, rock & roll, medias de rejilla, descaro, ganas de comerse el mundo y una lectura que ha sobrevivido al paso de los años. En el contexto de una época bastante más auténtica en su efervescencia cultural, Usua Garin, Izotz Barrio y Andrea Lopetegi miran al pasado para destacar también la importancia de todas esas pioneras que, como Lou, abrieron caminos para las mujeres en el mundo de la música. Mirando el cartel de cualquier festival de hoy en día, uno diría que todavía quedan muchos kilómetros por recorrer.
Bixa Travesty
Marica, trans, negra y de favela. Así se define Linn da Quebrada, artista brasileña notoria por utilizar el funk carioca y su propio cuerpo como una metralleta con la que reivindica en sus shows la diversidad sexual, el empoderamiento y la militancia feminista contra la dictadura de los machitos. Bixa Travesty nos habla en primer lugar de campos de batalla construidos sobe los escenarios. Las performances de Linn son eminentemente políticas, exhibiendo con orgullo, ironía e irreverencia su identidad, única y reinventada. Pero hay más. Y es que aunque su presencia magnética bastaría para sostener por sí sola este documental guionizado y espléndidamente filmado, los directores Claudia Priscillia y Kiko Goifman saben ampliar sin tapujos el retrato humano de la protagonista hasta llegar a lo más íntimo y poético de su personalidad. Es lo que termina de hacer grande a esta película libertaria, concebida con una lucidez y vigencia abrumadoras. Aunque suela abusarse de la definición, un film absolutamente necesario.
Cantares de una revolución
El 5 de octubre de 1934, los mineros de Asturias se alzaron en armas contra el gobierno de la República. Tras quince días de combates, aquella revolución proletaria fue aplastada y duramente reprimida. Este documental viene a rescatar la memoria histórica de esos hechos a través de sus canciones, adoptadas aquí por Nacho Vegas. El director Ramón Lluis Bande selecciona un texto y un lugar para cada episodio del conflicto, narrado, fotografiado y proyectado al presente, lucha, derrota y venganza que adquieren tintes de solemnidad frente al olvido. Y algo más, porque 85 años después algunas de esas canciones siguen sonando a presente. Ahora los herederos de aquellos luchadores llegan, cantan y desaparecen ante una cámara fija. No es casual que un aire de gravedad presida la película. En última instancia, este documental militante nos habla también del peso de las palabras cuando todo está dicho. Podemos cantar con todas nuestras fuerzas pero tras la batalla uno está condenado al silencio.
La estrella errante
Hay obras que no han nacido para someterse a una reseña al uso, mucho menos a una crítica. La estrella errante es una de ellas. Sería más justo dedicar un poema desconcertante a esta no-película. La propuesta del gallego Alberto García es un agujero negro cuyo ruido cósmico anula lo que vemos en pantalla. No hay un modo único de entender la ambigüedad de este ensayo sobre la ausencia del yo. Lo que nos muestra la cámara es como un verso de Alejandra Pizarnik, un cristal opaco que no podemos traspasar con la mirada, una estrella estrellada, el vuelo de una polilla que se acerca demasiado al fuego o un antiguo cantante de rock atrapado en un vórtice temporal autodestructivo. Es una imagen abstracta, muerta y diluida hasta la nada. Ya lo dicen Los fiambres en la entrevista que abre la película: Viviremos para siempre, muertos de por vida. Son zombis. Ellos y nosotros. No hay respuestas porque el film no pregunta. El cine también es esto: Visiones de fantasmas que existen pero no pueden ser reales.
Els ulls s’aturen de créixer
Parece cosa del destino que el cineasta Javier Tomas Garcia Lerin se encontrase con las canciones del músico balear Miquel Serra y decidiera rodar este documental. Aunque la trayectoria de Serra está marcada a fuego por un drama familiar, Els ulls s’aturen de créixer no es una película triste. Al igual que su pop ambiental, el montaje de Garcia Lerin saca chispas a una ingente cantidad de material de archivo personal intercalándolo con licencias artísticas muy acertadas, una vida de recuerdos sumergidos en el agua del tiempo. Las memorias familiares de Miquel y su hermano están tratadas con un pudor y una sensibilidad extraordinarias. Tal vez sea este uno de los mayores logros a los que pueda aspirar un documentalista, hacer suya la historia de otro. El resultado es una preciosa película que habla de lo que sobrevive al paso del tiempo y de otras tantas cosas que escapan al análisis para entrar en el terreno de la poesía interior. Sobran las palabras cuando las canciones hablan por sí solas.
O espírito de Pucho Boedo
A los chicos de Novedades Carminha ya los hemos visto sobre los escenarios granjeándose al personal con pildorazos de garage-pop-punk tan irreverentes como Tú antes molabas o Jódete y baila. Aunque un verdadero músico no entiende de estilos, sorprende que ahora decidan encerrarse en el estudio junto a sus colegas de Esteban & Manuel para revisitar un tema de Pucho Boedo, leyenda de la música gallega. Lois Patiño pasea por ahí su cámara fantasma en largos planos secuencia, pegada al detalle como el espíritu que da nombre al film. Habrá quien reproche a este trabajo falta de sustancia pero es precisamente ahí donde radica su mayor virtud. Además de permitirnos ver cómo se construye una canción desde cero, uno se convierte en partícipe de ese mundo cerrado, entusiasmo, buen rollito y baños en la piscina. Esta película es un regalo entre amigos y poco puede reprochársele entendiendo esto. Hasta el director reconoce que la grabó medio borracho y en bañador. Visto el resultado, tiene mérito.
Camarón: Flamenco y revolución
Partamos de una premisa: La inmensidad de una figura como la de Camarón de la Isla difícilmente puede resumirse en una película de hora y media. Sentado esto, Flamenco y revolución se las ingenia para hacer un repaso por la vida y muerte del cantaor como exégesis del pueblo gitano, desde sus comienzos humildes hasta su polémica renovación musical. El material da para mucho pero a ratos se queda estancado en lo anecdótico de la nostalgia, relegando a un segundo plano cuestiones mucho más interesantes pero también más difíciles de abordar. Alexis Morante quiere tocar demasiados palos a un ritmo vertiginoso y arrastra muchos de los convencionalismos del documental biográfico, after effects sobre fotografías y otras elecciones de estilo que no aportan gran cosa a la narración omnisciente de Juan Diego. Con todo, un documental solvente para el gran público de Netflix y los incondicionales del maestro. Dicho de otro modo, cuando se escuchan palmas en la sala, sabes que ha gustado.
Mientras el cuerpo aguante
Este año la retrospectiva del Dock of the Bay se ha acercado a la figura de Chicho Sánchez Ferlosio, cantautor libertario, filósofo de la ironía, poeta antisistema y genio irrepetible en letras mayúsculas. Un jovencísimo Fernando Trueba lo retrató en su casa de Mallorca en 1982, dando lugar a un documental tan improvisado y fascinante como su sujeto de estudio. Poco se puede decir de este trabajo desde el punto de vista cinematográfico. El propio director se sienta ante la cámara cediendo el protagonismo al entrevistado y cada una de las intervenciones de este Georges Brassens patrio son memorables. Lo mismo desgrana su cancionero popular a la guitarra que se arranca con una disertación sobre almorranas bíblicas o inventa juegos y formas imposibles. Visto en perspectiva, uno tiene la sensación de que esta película se ha revalorizado con los años, como retrato de una época y celebración de una de esas figuras a las que solo se reconoce a título póstumo. Qué duda cabe, a Chicho le hubiese importado un bledo.
My Generation
La década de los sesenta tuvo uno de sus epicentros en la capital del Reino Unido, un fenómeno que se vino a conocer como el Swinging London. Qué mejor maestro de ceremonias para guiarnos por aquellos años que el actor Michael Caine, que entonces empezaba a hacerse un nombre con películas como Zulú o Alfie. My Generation nos muestra esa eclosión cultural de moda, fotografía, arte y -por supuesto- música a través de una incontable recopilación de material de archivo, fantásticos documentos para comprender a una juventud que quiso poner color al gris de la postguerra. Aunque cuenta también con interesantes testimonios fuera de cámara como los de Roger Daltrey, Marianne Faithfull, Paul McCartney o la modelo Twiggy, da la impresión de que esta crónica social trate de abarcar demasiado, convirtiéndose a la postre en un paseo tan vertiginoso como superficial. Y nostálgico. La invasión británica llegó, venció y convenció pero de todo aquello hoy nos queda comprarnos una chapa en Covent Garden.
Matangi / Maya / M.I.A.
Que la historia de Mathangi “Maya” M.I.A. daba para una película no se le escapa a nadie. De hija de refugiados a estrella internacional y controvertida activista, la trayectoria vital de la cantante cristaliza aquí en un documental tan vibrante y poliédrico como su música, un mashup de formatos que va desde las cintas caseras al videoclip de alto presupuesto. La pega que se le puede poner a este trabajo radica precisamente en la censura mediática que denuncia su protagonista, sobre todo si se piensa que está mucho más centrado en la persona que en el personaje. Donde debiera ser inquisitivo, el director Stephen Loveridge se muestra condescendiente, adaptándose al discurso de la artista y relegando a un segundo plano cualquier objeción de conciencia a su guerrilla revolucionaria. La suya es una verdad sin contradicciones propia de la biografía autorizada. Es una pena. Sin duda, la personalidad de M.I.A. es cautivadora pero uno intuye también que su faceta más interesante está en las sombras de sus aristas.
Studio 54
En la Nueva York de los setenta existió un lugar donde los sueños se hacían realidad. Como el Moulin Rouge parisino, Studio 54 representó el espíritu de una época, que captura a la perfección este jugoso documental. Matt Tyrnauer tenía suficientes fotografías de celebrities, sexo, drogas y música disco para sazonar su película, pero acierta de pleno al apartar poco a poco el hedonismo para profundizar en las mentes pensantes que se escondían tras las luces de aquel teatro. La historia de Ian Schrager y Steve Rubell no es menos interesante que las propias fiestas, presentando con honestidad hechos nunca antes desvelados y dejando otros tantos en las sombras de su extraña amistad. El resultado es un film que, como la propia discoteca, se cierra con sensación de espejismo y amanecer en el desierto. La música se apaga. Las luces se encienden. Tarde o temprano, todo sueño termina, pero el deseo de lo mítico perdura para siempre. Y pensamos: ¡Quién hubiera podido cruzar aquellas puertas!
por Fernando Iradier Hernández