Crónicas Zinemaldia 2022
Crónicas Zinemaldia 2022
2022 será recordado como el año de la vuelta a la normalidad. En el Zinemaldi esto se ha traducido en el final de las mascarillas y las salidas de la sala in an ordely fashion, pero también el regreso de los corrillos, la vida social y una ilusión renovada en el ambiente. Con o sin pandemia, nosotros hemos seguido siendo fieles a esta cita, días resumidos en las reseñas de las películas que siguen. Trataremos, sin entrar en spoilers.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 1. 16 DE SEPTIEMBRE
Desde los bajos fondos de la Sevilla de la Expo hasta la figura del espía Francisco Paesa, pasando por el asesinato de las niñas de Alcásser que evocaba La isla mínima, Alberto Rodríguez se ha convertido en todo un cronista de las oscuridades de nuestra historia reciente. Modelo 77 nos retrotrae a una democracia recién nacida en la que la amnistía sobrevolaba un sistema penitenciario heredado del franquismo. En la cárcel de Barcelona, un joven condenado a una pena desproporcionada deberá empezar de cero en un mundo en el que presos políticos conviven con criminales de toda índole. Es de admirar cómo el director consigue marcarse un Cadena perpetua a la española, la amistad que une a los personajes de Miguel Herrán y Javier Gutiérrez, sin renunciar a iluminar ese pasado que explica en gran medida nuestro presente, siempre un paso más allá del drama o el thriller. Vibrante, duro y tenso film carcelario en busca de una justicia social que la transición no trajo consigo.
Decía Juan Diego Botto en una entrevista realizada hace más de una década que “tomar la calle y construir desde abajo es la única alternativa en España”. Eran los años de la crisis financiera y el desplome de una sociedad que, a día de hoy, parece haberse sumido en la apatía del que se resigna. En los márgenes, estreno como director del argentino, ahonda en esa idea al tiempo que reivindica la importancia de la solidaridad en los tiempos que corren, varias crisis más tarde. Las historias íntimas de la precariedad de este film y su galería de personajes -la madre desahuciada, el trabajador social desbordado, la inmigrante en riesgo de exclusión- tienen algo del cine de Ken Loach, excesos incluidos, pero forman un fresco del colapso del estado del bienestar muy nuestro. El mensaje está claro. Los protagonistas de este drama se saben vencidos por las injusticias del sistema pero, a pesar de todo, siguen resistiendo. Cine político. Cine de lucha. Cine que duele. Y, sí, cine necesario.
En su último largometraje, La Verité, el japonés Hirokazu Koreeda viajaba hasta Francia para escarbar en las relaciones familiares y su memoria en tierra ajena. Su nueva película, Broker, hace lo propio en una Corea del Sur mucho más cercana, construyendo una road movie con seguimiento policial en torno a una adopción ilegal en la que se abordan los temas habituales del maestro: el abandono, la infancia, los parias del sistema, el humor espontáneo, los lazos familiares escogidos, el peso del pasado y la doble cara de la moral. Lo hace, cómo no, a través de una soberbia dirección de actores, capitaneados por un enorme Song-Kang-ho. No faltará quien diga que Koreeda comienza a plagiarse a sí mismo, pero no quita para que sus retratos familiares, por muy improbables que sean, se aborden con inigualable delicadeza, incluso en sus aristas más oscuras. Otro drama luminoso de profunda humanidad. Nadie los hace como él. Maravillosa.
Que a François Ozon le fascinaba Fassbinder lo sabíamos desde Gotas de agua sobre piedras calientes, obra de teatro del alemán que el francés se atrevió a llevar a la pantalla a comienzos de su carrera. Más de dos décadas después, Ozon ha regresado a su figura con Peter Von Kant, reinvención libre y gamberra de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant. A modo de homenaje y destrucción de la propia figura del Fassbinder autor, la película es toda una colección de referencias, desde el cameo de la actriz Hanna Schygulla hasta su cartel, calcando el de Querelle. Pero, orbitando siempre alrededor de un gigantesco Denis Ménochet como trasunto del Fassbinder más despótico y patético, entre lo teatral, la carta de amor y lo pretendidamente hortera, Ozon toma prestada aquella historia de amour fou queer para transmutarla en una comedia de lo más cabrona, haciendo de un Fassbinder uno de sus trabajos más almodovarianos. Todos somos Karl.
Hay en gran parte del cine de Jaime Rosales un afán por capturar nuestra realidad a través de historias de la vida cotidiana y retratos de personajes. En Girasoles silvestres su sujeto de estudio es una joven madre -prodigiosa Anna Castillo dividida entre coraje e inmadurez- cuya evolución se cuenta a través de los distintos hombres que van pasando por su vida. El novio maltratador de manual, el padre que no quiere asumir responsabilidades y ese compañero de vida comprensivo desde su superioridad económica y moral son tres episodios que el film funde a negro, dando a entender muchas cosas con sus elipsis, incluso proyectadas a futuro. El gran acierto del director es que no juzga a estos personajes ni cae en las condescendencias o el drama social. Además de posar su mirada en Julia, Rosales nos habla también de relaciones de pareja, viejas y nuevas masculinidades tóxicas y construcciones de familias en los tiempos que corren. Sin duda, una de esas raras películas que desbordan verdad.
Don’t Worry Darling llegaba precedida de diversas polémicas que habían desviado la atención de lo que verdaderamente importaba: la película. Como sucedía con la política-ficción de El hoyo, esta historia ambientada en una utópica comunidad de los años cincuenta aislada en mitad del desierto que esconde un oscuro secreto trata de conjugar dos elementos. De una parte, ser una fábula sobre el despertar de la mujer florero frente al patriarcado y los falsos aliades. De otra, un relato de ciencia ficción pura digno de un episodio de The Twilight Zone, Black Mirror si nos venimos al presente. Funciona bastante mejor la primera que el segundo, un andamiaje que, a poco que se piense, no se sostiene. En medio hay un guion tramposillo, predecible y lleno de grietas, un estupendo diseño artístico en torno a los clichés del sueño americano, una Florence Pugh muy por encima del resto del reparto y un metraje demasiado extendido. En conjunto, se deja ver. La barbacoa es el mensaje.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 2. 17 DE SEPTIEMBRE
En estos tiempos en los que la figura del profesor está cada vez más cuestionada en nuestro sistema educativo, sobre todo como transmisor de valores, un film como El suplente plantea muchas cuestiones interesantes. El nuevo trabajo del argentino Diego Lerman sitúa a su maestro coraje, un literato estancado en un derrumbe familiar y personal, en el Buenos Aires de los adolescentes sin futuro y las villas miseria. Pero si la trama sobre narcos que sobrevuela su escuela consigue mantener un buen grado de tensión, la verdadera reflexión está en la mirada de ese personaje que, desde sus privilegios, entra a cuestionarse hasta dónde debe involucrarse con sus alumnos. Y si merece la pena. Sin ser nada nuevo, Lerman logra un buen equilibrio conjugando drama, retrato social y una pizca de thriller. Entre Mentes criminales y La clase de Laurent Cantet, la verdadera lección es que es más importante plantearse dónde está el alma que encontrarla.
Cristian Mungiu, uno de los máximos exponentes de la nueva ola rumana, viene tomándole la matricula a su país desde hace años. Son precisamente las siglas de R.M.N., un film que nos lleva hasta un pequeño pueblo transilvano revolucionado con la llegada de trabajadores extranjeros. Vertebrado de lo particular a lo general, el guion va tejiendo una red de contactos entre los habitantes de esta localidad anónima y sus miserias para poder sacar su instantánea. Y vaya cuadro. Cocida a fuego lento y enmarcada por una luz grisácea y fantasmal, la resonancia magnética nuclear del director revela al fin la brutal fotografía de una Rumanía (y una Europa) enferma, anegada de xenofobia, divisiones, demagogias y pasados enquistados. Ese plano fijo de la asamblea popular se convierte en una de las escenas del año. Los fachas, el que sale de misa, los cuñados, el euroescéptico, los racistas, el que pasaba por allí… No falta nadie. Más que ironía, Mungiu reparte ostias como panes. Ya llegan los osos. Tremenda.
Estrenamos Nuevos Directores, una sección a la que siempre conviene estar atento, con Foudre, ópera prima de la suiza Carmen Jaquier. Elisabeth es monja de clausura pero tras la misteriosa muerte de su hermana debe regresar a las montañas para ayudar en la granja de sus padres. Tras los pasos de una emergente Lilith Grasmug, la película va construyendo un relato femenino que va de la opresión religiosa al despertar sexual como experiencia mística, un sentimiento que la fotografía del film parece detener en el tiempo con su sensual mirada pictórica puesta en unos paisajes naturales inabarcables, casi etéreos. A ratos uno pudiera pensar en el sendero del bosque que la Rosaleen de En compañía de lobos no debía abandonar, ese deseo femenino reprimido en pos de la rectitud. Tristemente, detrás del cuento siempre se esconden las bestias de la realidad. Porque aunque todo esto sucede en la Suiza alpina de 1900, bien podría ser la Edad Media. Pero también hoy en día.
Terminada la dictadura de Videla, un fiscal se atrevió a sentar en el banquillo de los acusados a los responsables de las Juntas Militares para que respondiesen por sus crímenes, un juicio que marcaria un hito en la historia de los Derechos Humanos. Lo cuenta Argentina, 1985, en la que Santiago Mitre se propone algo tan difícil como rodar un largometraje sobre la memoria histórica con vocación de gran público. Y vaya si lo consigue. A los engranajes del proceso judicial, las trabajadas recreaciones de la época y los estremecedores testimonios de las víctimas, el guion añade numerosas e inesperadas pinceladas de alivio cómico que hacen que el film funcione como un reloj. Al frente un -cómo no- formidable Ricardo Darín cargado de matices, en elogio a un Julio Strassera y esos algunos hombres buenos, solos ante el peligro con sus debilidades y fortalezas. Emotiva, épica, política, solemne y, también, divertida. A recomendar abiertamente.
En El mundo de Cristina, el famoso cuadro de Andrew Wyeth, una joven se arrastra por un campo de hierba hacia una granja, imagen que desprende un misterio y melancolía en los límites del gótico rural. Runner, primer trabajo de la directora Marian Mathias, parece evocar contantemente esa obra a través de un film en el que sus protagonistas atraviesan también limbos grises detenidos en el tiempo. El apartado técnico de la película define toda su puesta en escena, la estupenda y lúgubre fotografía, el formato 1.44:1, el grano de los 16mm y los encuadres que coinciden en una poética de autor muy particular. Requiere cierto esfuerzo entrar en esta historia mínima y atmosférica construida a base de conversaciones letárgicas, lienzos que dibujan las ruinas de una América olvidada y personajes que se encuentran para terminar corriendo. Correr hacia adelante, hacia un horizonte en el que, como en el cuadro de Wyeth, parece haber algo esperando.
Si hay un cineasta patrio capaz de generar tensión en pantalla, ese es Rodrigo Sorogoyen. En As bestas, el director de El Reino y Antidisturbios vuelve a partir de unos hechos reales y una problemática social para transfórmalos en un apabullante thriller rural en la España de las envidias, los mojones movidos por la noche y la escopeta cargada. Si la cámara del director nos lleva absolutamente por donde quiere, los actores no son menos, un duelo de western entre el matrimonio francés de advenedizos granjeros eco que forman Marina Foïs y Denis Ménochet -intérprete muy dado a generar mal rollo con sus explosiones- y sus inquietantes vecinos, la dupla Diego Anido y un terrorífico Luis Zahera que haría que Leatherface se cagase en los pantalones. Del suspense al drama, de la violencia acumulada a la psicología de la venganza, puede que el tercer acto de esta olla a presión no discurra exactamente por donde uno espera, pero vaya viaje. Probablemente, la película española del año. Galicia Calidade.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 3. 18 DE SEPTIEMBRE
Conociendo los antecedentes de Ulrich Seidl -el pase de En el sótano sigue siendo una de las mejores experiencias que el que suscribe ha vivido en un Zinemaldi- uno no sabía qué esperar de un film como Sparta, donde el austriaco se lanza a tocar un tema tan delicado como el de la pedofilia. Si en la trilogía Paraíso la autodenominada pornografía social del director tiraba por la sátira de lo grotesco, en esta historia la incomodidad surge de la empatía para continuar por la ambigüedad de los planos que oculta al espectador, de las intenciones a los actos, siempre al límite. Eso sí, la provocación pervive cuando se nos pregunta si no es más monstruoso un pederasta en potencia que los propios progenitores de los niños. Aunque no haya aquí una sola pizca de ironía, Seidl sigue siendo un cabrón de mucho cuidado, golpeando nuestro cuestionamiento moral donde menos se espera. Carne de polémica pero también de reflexión, que es lo que cuenta.
Más de una vez hemos tendido a menospreciar tal o cual película poniéndole la etiqueta de “comedia francesa” (no digamos ya española), olvidando que un género no tiene por qué venir necesariamente definido por su nacionalidad. Es el caso del último trabajo de Louis Garrel, que en L’innocent se separa del tristemente fallecido Jean-Claude Carrière para rodar una comedia de enredos modélica. Bajo la premisa del “no me fio del nuevo novio de mamá” (especialmente si es un ex-convicto), el francés construye una deliciosa historia de corte clásico que a ratos parece beber de las relaciones de pareja de Woody Allen. El do de pecho lo dan los actores, comenzando por el propio Garrel, Anouk Grinberg, Roschdy Zem y una Noémie Merlant absolutamente magnética como interés amoroso subterráneo. Rotando entre comedia del absurdo y romanticismo, apariencias fingidas y sentimientos ocultos, se ve con una sonrisa en la boca. Sin más pretensiones que divertir. Que no es poco.
Incontables películas han tratado las consecuencias del duelo tras la muerte de un hijo, por citar algunos ejemplos a seguir, La habitación del hijo, el Still Walking de Koreeda o la más reciente Fragmentos de una mujer. Frelle Petersen se suma a esta lista con Resten af livet, en la que las heridas de esta pérdida saltan en el tiempo de personaje a personaje. Sorprende que un film con tantos elementos para convencer se vaya desinflando poco a poco. Tenemos una dirección elegante, un magnífico reparto coral, un uso de las elipsis sutil y medido, e incluso cierta calidez a la hora de filmar el día a día de cada miembro de la familia en sus pequeños grandes ecos del pasado. Pero, a pesar de todo, de tan contenido, el film parece estancarse. Tal vez sea esa sobriedad que se impone o el carácter danés, pero uno no termina de entrar del todo en sus protagonistas. Como suele decirse, cada cual lo lleva como puede y aquí la procesión va por dentro.
Seguimos a vueltas con el duelo en Le lycéen, que vendría a ser un reverso absoluto de Resten af livet. Y es que si en la película danesa todo es contención, el nuevo largometraje de Christophe Honoré explota un sentimentalismo tan desaforado como su protagonista adolescente, un intensísimo y estupendo Paul Kircher que carga con el film a sus espaldas. Por momentos cercana al lirismo musical de Xavier Dolan o incluso al cine de François Ozon, Honoré construye un particular coming-of-age al borde del abismo que aborda la confusión adolescente desde el dolor de la pérdida, momentos de liberación en los límites que son como esa electricidad de la que habla la canción de Orchestral Manoeuvres in the Dark. Sin término medio, esta es una de esas propuestas en las que se entra o no, que horrorizan o cautivan con sus excesos. Al igual que su protagonista, una película fallida, rimbombante, errática, discursiva, inmadura… pero siempre apasionada.
Hace unos años, Steven Soderbergh trató de hacer una sátira explicativa sobre el fraude fiscal en The Laundromat, todo hay que decirlo, sin demasiado tino. Algo de aquella mala leche tiene también La (Très) grande évasion, documental de denuncia militante en el que el francés Yannick Kergoat vuelve a señalar con el dedo a las offshore, la banca, los paraísos fiscales, las multinacionales, las grandes consultoras, los políticos y la madre que los parió. Con una exhaustividad encomiable, el film desentraña toda una guía para el tramposo y sus trucos al alcance de los todopoderosos, a los que también pone nombres y apellidos, muchos de ellos bien conocidos. Desde los papeles de Panamá hasta la repercusión de la evasión fiscal en la gestión de la pandemia, urge removerse en la butaca ante la desfachatez e impunidad de los ladrones de guante blanco que desfilan por este documental. Tiene la claridad didáctica de un vídeo de YouTube y unos zascas como soles. Para mear y no echar gota.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 4. 19 DE SEPTIEMBRE
El cine vasco se estrenaba en la Sección Oficial de esta edición con Suro, del donostiarra Mikel Gurrea, historia de una pareja que se muda al campo con intención de dar un giro a su vida antes del nacimiento de su hijo. La película va abordando el distanciamiento de estos dos personajes devorados por sus propias contradicciones, las convicciones morales frente a la voracidad del capitalismo, las dinámicas de pareja y los roles de género incompatibles con el individualismo, y otras heridas que su proyecto de vida -tal vez, huida hacia adelante- sacan a relucir. Es decir, la verdadera madera que se esconde bajo la corteza del alcornoque revelada a golpe de hacha. Gurrea rueda esta caída con mucha garra, capas acumuladas y una tensión subterránea que sostienen los actores Pol López y una excepcional Vicky Luengo. Urbanitas en la masía o lo que pasa con tus ideales cuando te das una ostia de realidad. Estupenda ópera prima.
Consagrada ya como una de las grandes del cine francés, Mia Hansen-Løve vuelve a la palestra con Un beau matin, nueva muestra de sus habituales retratos sentimentales. En esta ocasión es el de una mujer que brega entre el internamiento de su padre en una residencia, la crianza de su hija y la llegada de un nuevo amor a su vida en forma de hombre casado. Sobre todo en lo tercero, este trabajo podría ser una de esas historias de la vida íntima que tan bien se le daban a Rohmer. Hansen-Løve la cuenta con delicadeza y sin cargar tintas dramáticas, consiguiendo un film que -no es fácil- fluye como la vida misma, en parte gracias a las interpretaciones de dos actorazos como son Léa Seydoux y Melvil Poupaud. Una última reflexión personal, de esas que surgen cuando las películas parecen dialogar entre ellas en la cabeza del espectador. Pasaba en el Vortex de Gaspar Noé y también en esta: ¡Cuánto puede decir una casa llena de libros de quienes la habitaron! Y qué tristeza cuando toca vaciarla.
1764 en la Venecia de las máscaras, las intrigas, el libertinaje y la ópera. Es el lugar donde nos lleva Il Boemo, film del checo Petr Vaclav que viene a rescatar la figura de su compatriota Josef Mysliveček, precursor de compositores tan ilustres como el mismísimo Mozart. Enfocada como un biopic de ascenso y caída riguroso y formulario, no se le puede negar a este drama de época una puesta en escena absolutamente fastuosa. Evidentemente, se llevan la palma las vibrantes escenas musicales, con su cámara girando alrededor de rostros, escenarios y excesos vocales. Y aunque la película no quiere mirar al presente como lo hacía la extraordinaria Las ilusiones perdidas, de Xavier Giannoli, sí consigue incluir a todo tipo de espectadores en una materia para connoisseurs. Solamente por su fotografía (a cargo del gallego Diego Romero), música o vestuario, ya merece la pena. Por eso y por ver a un rey cagando en un orinal. Amadeus: la precuela.
Puede que el nombre de Genki Kawamura resulte extraño para muchos, pero si decimos que ha sido productor de gente como Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda, sobran credenciales. En A Hundred Flowers, primer largometraje como director y adaptación de una novela propia, el japonés aborda un relato protagonizado por una madre con alzhéimer y su hijo al borde de la paternidad, personajes separados por un pasado que se va ensanchando entre ellos. Todos los elementos narrativos del film son delicada poesía, la interpretación de la veterana Mieko Harada (la Lady Kaede del Ran de Kurosawa), la fotografía a media luz o el sonido latente del piano. Kawamura construye con ellos un juego de espejos, imágenes e historias repetidas en el tiempo que se resignifican hasta formar un círculo perfecto. El de la memoria que se pierde, la que perdura y la que nos gustaría poder olvidar, como fuegos artificiales a medias. Puro lirismo japonés. Preciosa.
De primeras, trasladar el Ikiru de Akira Kurosawa (1952) al Londres de los años 50 parecería una idea pretenciosa, incluso suicida. Tal vez por eso en Living el director Oliver Hermanus comienza redecorando el guion original del maestro japonés con la ayuda del prestigioso escritor Kazuo Ishiguro, inmejorable nexo de unión entre el Reino Unido y el país del sol naciente. Continúa sustituyendo al personaje de Takashi Shimura por un Bill Nighy inolvidable en la piel de ese funcionario gris que decide buscarle un sentido a la vida al serle diagnosticada una enfermedad terminal. Y culmina la tarea con una dirección propia, que destila elegancia british a cada plano con tonalidades heredadas de los mejores melodramas americanos. El resultado es un remake bien entendido, porque la fachada puede haber cambiado pero, setenta años después, el humanismo de esta fábula existencial permanece intacto. Es lo que ocurre con las obras maestras.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 5. 20 DE SEPTIEMBRE
Había muchas expectativas puestas en La maternal, segundo largo de una Pilar Palomero que venía de arrasar con Las niñas. Hay mucho de aquella cinta en esta historia que nos mete de lleno en un centro de acogida para menores embarazadas, cada una con sus circunstancias, un tema duro que aquí se aborda con una sensibilidad y ternura a flor de piel increíbles, a través de una cámara casi documental en la que ficción y realidad se reúnen. Y aunque tendamos a abusar de eso de la «mirada femenina», pocas veces ha estado tan justificado como aquí. Del reparto, por momentos coral, hay que rendirse ante la pequeña protagonista, una Carla Quílez cuyo debut dando vida a esa niña rebelde perdida entre el descaro y la vulnerabilidad es simplemente de premio. Y es que, más que del retrato social o el drama, La maternal nos habla de la aceptación de una madurez sobrevenida. Esa que implica aprender a pedalear cuesta arriba sin ayuda. Gran película.
Aunque los británicos saben un rato largo de cine social, en Great Yarmouth: Provisional Figures es un director portugués quien se acerca a sus costas para escarbar en la basura de la explotación laboral. Marco Martins es inmisericorde a la hora de despojar de toda esperanza a unos trabajadores extranjeros atrapados en una fábrica ubicada en un destino vacacional en el que impera la podredumbre moral. Es un film que casi se puede oler, sucio, sórdido y tensado hasta el exceso, al borde de expulsar al espectador. Como si de una Silent Hill de la desigualdad se tratara, asistimos a un descenso a los infiernos por una geografía de tinieblas deformadas, paisajes de óxido, lluvia, mugre, sangre y neones en los que la actriz Beatriz Batarda busca una salida de emergencia hacia una redención imposible. No hay lugar para los sueños, las lealtades ni el amor en el descorazonador retrato de esa Inglaterra decadente en la que el inmigrante solo es carne en la cadena de montaje. Perro come perro. Abstenerse animalistas.
De todas las propuestas de la Sección Oficial, ninguna tan inclasificable como la de Pornomelancolía, en la que el director argentino Manuel Abramovich recoge las andanzas de un actor porno / sex-influencer. Entre mucho sexo gay y mete-saca, su film es un ejercicio desnudo de metacine, autoficción y realidad, historias que se cruzan hasta el punto de que el rodaje de la peli porno que ocupa parte del metraje es real y ambos compartieron espacio. O a la inversa, del making off no oficial de una porno sale una ficción biográfica. Al mismo tiempo, Pornomelancolía nos habla también de la soledad en tiempos de redes sociales y las fachadas de sus perfiles, cuando ni los likes ni el dinero de Onlyfans enmascaran la tristeza. Tal vez sea ese el aspecto más interesante de un film que, a la larga, queda un tanto desdibujado, arañando apenas la superficie del personaje. Porque los actores porno también son personas. Me quedo con las de Bruce LaBruce. En cualquier caso, ¡Viva Zapata!
Cinco años llevaba Fernando Franco alejado de la gran pantalla, interesantísimo cineasta capaz de encarar realidades nada complacientes, a la sazón, las enfermedades mentales en La herida o el final del camino que nos tocará a todos en la demoledora Morir. Tras la aparente estela de trabajos como Las sesiones o el documental Scarlet Road, La consagración de la primavera se acerca sin tapujos a un tema tan espinoso como el de los derechos sexuales de las personas con discapacidad. Lo hace a través del encuentro fortuito entre un joven con parálisis cerebral y una estudiante frente al abismo de la primera vez, más que aprendizaje mutuo, enseñanza inversa. Es una lástima que cueste tánto creerse a los protagonistas de esta fábula. Y es que, aunque el film tiene una lectura mucho más tenebrosa y profunda de lo que pueda parecer, perturbadora y cruel hasta la médula, tampoco se termina de mojar del todo. Como siempre, el debate moral lo aportará el espectador.
De entre todos los maestros -con mayúsculas- del cine contemporáneo, resulta complicado encontrar una filmografía tan mutante y, a la vez, coherente como la de David Cronenberg, un autor que en las últimas décadas ha pasado de propuestas tan accesibles como Promesas del Este al cripticismo nocturno de Cosmopolis. Más que un regreso, Crimes of the Future supone una actualización de esos primeros films en los que la fascinación por el cuerpo humano, sus entrañas, disecciones y metamorfosis, eran los protagonistas, universos propios, sensuales, terroríficos y cerrados que culminaron en obras como Crash o incluso El almuerzo desnudo. En esta historia, es un mundo en el que el ser humano ha perdido la capacidad de sufrir y genera nuevos órganos a modo de evolución torcida. Una performance grotesca sobre los límites del arte para voyeurs, el sacrificio del cuerpo como arma política y hasta un neo-noir distópico. Todo eso y más cabe en Crimes of the Future. Cronenberg regresando a su vieja nueva carne.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 6. 21 DE SEPTIEMBRE
Muy raramente, surgen en el mundo del cine voces absolutamente propias. Es el caso de Laura Mora, que ya avisó cuando su primer largo, Matar a Jesús, se fue con premio de San Sebastián. Este segundo trabajo, Los reyes del mundo, regresa a las calles de Medellín para contarnos la epopeya de cinco amigos que emprenden un viaje para reclamar unas tierras arrebatadas hace años. Emparentada con el cine de Ciro Guerra, junto al que la directora trabajó en la miniserie Frontera verde, hay mucho de realismo mágico diluido, ternura, violencia, dignidad, libertad y resistencia en esta película. La cámara mezcla estos elementos en su justa medida, logrando una atmósfera absolutamente arrebatadora, como fotografías de paisajes en las que uno entra hipnotizado. Porque Mora filma ese viaje a ninguna parte, road movie juvenil con destino a los sueños en la Colombia de las injusticias, a través de carreteras de rabia y poesía simbólica. De caballos blancos como fantasmas en la selva. Bellísima y desoladora.
Cesc Gay siempre ha tenido buena mano para radiografiar desde el humor nuestras miserias cotidianas, estilo cristalizado en films como Truman o Sentimental. Historias para no contar reflota esas temáticas en una colección de relatos cortos fieles a su estilo amable, reuniendo de paso a un reparto estelar de actores, todos brillantes, entre otros, Anna Castillo, Chino Darín, Antonio de la Torre, María León, Àlex Brendemühl, Alexandra Jiménez, Maribel Verdú, Nora Navas, José Coronado, Quim Gutiérrez y Verónica Echegui. Sobra decir que con semejantes nombres, las viñetas de este largometraje funcionan a la fuerza, desde los enredos de pareja a las envidias profesionales pasando por los malentendidos de una noche. Sin embargo, como suele ocurrir con las películas de episodios, no todas funcionan igual. Lejos de unos relatos salvajes, a esta antología le vendría bien algo más de mala ostia. Y es que, haciendo balance, hay más sonrisas que carcajadas.
Fue Sofia Coppola quien vistió a su María Antonieta con unas Converse, buscando convertir a la reina de Francia en heroína pop. En Corsage, la austriaca Marie Kreutzer recurre también a los anacronismos para retratar psicológicamente a una Sissi Emperatriz fuera de su tiempo y su cabeza. Aunque parezca lo contrario, no hay un solo ápice de provocación en este film que trata de plasmar la complejidad de esa Isabel de Baviera al tiempo que funciona como revisión del drama de época femenino alejándose de cualquier romanticismo. Lo primero lo consigue una Vicky Krieps que se come la pantalla a cada plano, bordando el retrato de una mujer que se sabe imperfecta a las puertas de una crisis de edad, estoica por fuera y agrietada por dentro, servidumbre, independencia y egoísmo rumbo a la locura. Porque la elegancia no está reñida con el dolor. O lo que es lo mismo, que los Rolling Stones suenen en una corte europea del Siglo XIX sirve para decirnos que el corpiño apretaba demasiado.
En una escena de The Wonder, la protagonista sostiene entre las manos un juguete óptico que crea imágenes en movimiento donde vuela un pájaro enjaulado. Antes, el decorado de un set de rodaje moderno abre de forma inesperada un film ambientado en la Irlanda de 1862. Ambas metáforas nos alertan sobre la historia de una niña que lleva meses sin comer por intervención divina y la enfermera encargada de verificar el supuesto milagro, nuevo tour de force de Florence Pugh. Sebastián Lelio construye un largometraje que es pura atmósfera suspendida en el tiempo, espectrales paisajes pictóricos en los que se desarrolla un estudio -más sociológico que psicológico- sobre la fe y sus motivaciones ocultas al tiempo que analiza la construcción de las narraciones que las sustentan, interesadas aquí desde el punto de vista de la religión, la ciencia, los medios de comunicación, la comunidad, la familia o las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Sobre las jaulas que creamos. Visibles o invisibles.
Dos Palmas de Oro consecutivas y un Premio del Jurado en Un Certain Regard tiene ya en su haber Ruben Östlund, palmarés que rubrica Triangle of Sadness. Del drama a la comedia negra más desatada, en este film el sueco viene a hacer con el mundo del lujo lo que hiciera con el del arte en The Square, encerrando en un exclusivo crucero a una serie de personajes que representan los peores vicios del dinero, la belleza sin sustancia y la prepotencia del caradura orgulloso de serlo. Del gag más escatológico y grotesco a la dialéctica cuñada -para enmarcar esa conversación ebria entre el capitán del barco, enorme Woody Harrelson, y el magnate ruso al que encarna Zlatko Buric-, Triangle of Sadness no quiere ser sutil en su crítica social, porque su espíritu es el de una sátira y se permite recrearse en toda su obviedad. El resultado es un verdadero recital de humor negro para decirnos que el capitalismo es un barco que se va a pique. Sálvese quien pueda. Vaya descojono. Y vaya mala baba.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 7. 22 DE SEPTIEMBRE
Entrar en el cine de Hong Sang-soo es como visitar a un amigo al que vemos de tanto en cuando. Uno reconoce inmediatamente su poesía de lo cotidiano -digamos ya rohmeriana-, las conversaciones en torno a la mesa y la botella, los reflejos narrativos y su microscópico análisis de las relaciones personales desde la sutileza. En Walk Up los protagonistas se mueven en torno a un edificio de viviendas, piso arriba, piso abajo, entre paredes, ante un coche aparcado en la calle o en sus terrazas, saltando en el tiempo en primoroso blanco y negro. Fiel a su sello personal, el coreano insiste en un estilo depurado, mínimo e intuitivo, que no simple, dejando al espectador entrar en su juego a la hora de reconstruir su propia historia y rellenar los huecos. Pero sobre todo, buscando capturar algo tan difícil como el fluir de la vida que pasa sin hacer ruido. Y aunque lo consigue, esta vez le queda un poco así, asá. Eso sí, ahora también beben vino.
Dentro del panorama del cine chino -al menos, el que nos llega por estos lares- hay todo un género dedicado a explorar el pasado reciente del gigante asiático desde la biografía familiar, un cajón en el que meteríamos, por ejemplo, a la estupenda Hasta siempre, hijo mío. A Woman entraría perfectamente en esa categoría, siendo que el director Wang Chao desgrana la evolución en el tiempo de una mujer y el propio país desde los años de la Revolución Cultural. A ella la encarna una meritoria Shen Shi Yu que, con coraje y determinación, se va sobreponiendo a matrimonios mientras cría a sus hijos, cumple con los deberes del proletariado y escribe su propia literatura. Aunque sólida en lo formal, la narración del film se va estancando en un drama familiar que, por motivos obvios, rehúye cualquier clase de lectura contestataria. Le robo la frase a @Carlos_Elorza: “este melodrama ya nos lo ha contado Zhang Yimou muchas veces. Y hace muchos años. Y mejor”.
Al cine de los Dardenne se lo ha tachado el múltiples ocasiones de condescendiente, cuando no de pornografía emocional -para muestra, este razonado artículo de El Contraplano que firma Lucía Fermín-, una fórmula que Tori et Lokita parece abrazar para hacer trizas. Como era de esperar, hay mucho cine del desamparo en este film sobre inmigrantes africanos atrapados en callejones sin salida, unos sensacionales Mbundu Joely y Alban Ukaj que dan vida a dos hermanos enmarañados en unas redes que van desde la precariedad de la explotación hasta el crimen. Sin embargo, en esta ocasión el guion no se recrea más de la cuenta en su miseria ni se anda por las ramas. A los Dardenne les sobran noventa minutos para resolver su premisa de drama social con la tensión seca de un thriller y la sutileza de un tiro en la cara. Cruel, concisa, emotiva, oscura y demoledora. Y no por ello menos comprometida con la realidad de lo que cuenta. Por supuesto que hay buenos y malos.
De toda la pléyade de realizadores mexicanos expandidos más allá de sus fronteras, Alejandro González Iñárritu ha sido probablemente el que más ha mantenido su denominación de origen. Esta contradicción la plasma en Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, asumiendo el alter ego de un veterano periodista que regresa de California a su D.F. natal para festejar la concesión de un prestigioso premio, ficción biográfica y retrato de un país visto desde los ojos del retornado. Al más puro estilo felliniano, el director acumula ideas y exhibe un virtuosismo sin medida alternando sueños y realidad, piezas de un puzzle que encajan en un todo, desde la celebración de una fiesta en explosivo plano secuencia hasta la metáfora de unos axolotes olvidados en un vagón de tren. El resultado es un manifiesto total sobre el artista y la persona, sus contradicciones e identidad. Excesiva, inabarcable, simbólica, egocéntrica, surrealista, confesional, (a ratos) ridícula y (los más) fascinante. Bardo o el 8½ de Iñárritu. Muy a tope.
En 2018 una investigación periodística destapó el escándalo de unos abusos sexuales a menores de edad cometidos durante años por dos profesores del Aula Municipal de Teatre de Lleida. La directora Isabel Coixet da a conocer estos hechos en El sostre groc, documental cuya prioridad es dar voz a las víctimas para poner, precisamente, el foco en el silencio. Es también un manual de defensa contra los métodos del depredador y sus patrones, true crime episódico en el que el material de archivo va encajando con cada historia personal. Y finalmente, una luz de esperanza al final del túnel. Porque frente a la complicidad institucional y los vacíos legales, el grupo de mujeres protagonistas consigue afrontar el inevitable trauma de la revictimización a través de la más hermosa sororidad. En estos tiempos del consentimiento, trabajos como este son absolutamente necesarios. Valiente, escalofriante, testimonial y -en última instancia- liberador.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 8. 23 DE SEPTIEMBRE
Hace un par de años los aficionados al cine de catástrofes disfrutamos de lo lindo con L’effondrement, en la que se especulaba con un desmoronamiento global. Apagón parece recoger el testigo de aquella miniserie francesa con su propia crónica de un colapso post-apocalíptico, provocado aquí por una tormenta solar que inutiliza los sistemas eléctricos con evidentes ecos pandémicos y sociales. Los directores a cargo del proyecto y actores involucrados justifican el prestigio que les precede y todos los episodios -cosa rara- brillan a un gran nivel: Sorogen y su habitual tensión creciente, Raúl Arévalo con esa angustiosa sanidad desbordada o el debate moral sobre la adolescencia confinada que plantea Isa Campo. Pero los dos más logrados quizás sean el western nevado que firma Alberto Rodríguez y la sensibilidad multicultural y ecológica de Isaki Lacuesta, enlazando principio y final de una serie en la que todo encaja. Fabulosa.
Clausura Nuevos Directores Garbura, construida en torno a dos familias vecinas enfrentadas desde hace años por una canalización de agua. Bajo esta premisa de superficie, el croata Josip Žuvan busca escarbar en unos personajes que desvelan poco a poco sus secretos, conflictos desarrollados a tres escalas descendentes pero también dentro de las paredes de sus propias viviendas, desde unos abuelos deudores de odios enquistados pasando por progenitores anclados a matrimonios fracasados hasta llegar a los dos pequeños protagonistas, amigos inseparables aspirantes a influencers pirotécnicos. En definitiva, Garbura trata sobre la trasmisión generacional del odio en unos Balcanes donde hasta hace poco las pistolas se guardaban en el garaje de casa. Entre historia de amistad juvenil, drama familiar y una pizca de humor ácido, no termina de encontrar su tono. Como ese carburo que hace ruido pero no explota. No hagan esto en sus casas.
Decía un espectador en el coloquio que siguió a la proyección de Nagisa que, aunque valoraba la película, no había entendido nada. Es una sensación comprensible para un trabajo que mayormente cuenta su historia a través de atmósferas, escenas congeladas en largos planos fijos y saltos temporales sin identificar. Lejos de pretender confundir, el japonés Takeshi Kogahara quiere que seamos nosotros quienes construyamos el orden y concierto de este drama cuya sinopsis es mejor no desvelar, por respeto a quienes quieran entrar en su juego. Y es que, aunque no haya apenas diálogos, son las propias imágenes del film las que apelan al espectador. Dicen muchas cosas, algunas al mismo tiempo y todas con una poesía propia, por momentos cercana al fantástico. Porque, más que explicado, el drama de este excepcional y exigente Nuevos Directores es un drama intuido. Del duelo como un túnel interminable en negro y rojo en que habitan los fantasmas.
El personaje de Philip Marlowe, creación literaria de Raymond Chandler, ha sido llevado a la gran pantalla en incontables ocasiones, la más destacada de todas, El sueño eterno de Howard Hawks. Devuelto a la vida a través de la pluma de John Banville en su novela La rubia de ojos negros, en esta ocasión es Neil Jordan el encargado de la adaptación cinematográfica, metiendo al detective privado en un caso que involucra a una rica heredera y un amante desaparecido en los bajos fondos del hampa. Lejos de buscar algún tipo de actualización o reinvención, el film funciona únicamente como homenaje sentimental al noir hollywoodiense de los cincuenta. Está claro que Liam Neeson no es Bogart ni Diane Kruger Baccall, pero la película tampoco pretende ir más allá de ese ejercicio nostálgico, eso sí, un tanto acartonado. Con sus diálogos lapidarios, su detective crepuscular o sus mujeres fatales, este Marlowe es más RKO de segunda división que L.A. Confidential.
La película sorpresa del Zinemaldi era la esperadísima Blonde, biopic de una malograda Marilyn Monroe que llegaba desde Venecia cargado de opiniones encontradas. Y las que le quedan. No molesta que el film se aparte de los hechos reales -su germen está en una novela de Joyce Carol Oates- ni que a ratos parezca hacer exploitation de la inestabilidad mental de Norma Jeane, entroncando con la Spencer de Pablo Larraín. Tampoco se le pueden poner pegas a una Ana de Armas absolutamente deslumbrante, entregada al martirio. Lo que Andrew Dominik busca es destruir un mito a través de formatos cambiantes, acumulación de capas que es casi aplastamiento. Pero lo que hunde la cinta es que para deconstruir a esta Marilyn y llevarla al abismo que hay más allá del personaje, la celebridad y el ser humano, se meta en una vergonzante batidora kitsch Persona, un anuncio de Cartier, Ciudadano Kane, Paranormal Activity o los filtros de Instagram. El resultado es un horror. Un horror vacui.
FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN 2022
DIA 9. 24 DE SEPTIEMBRE
Vamos cerrando el Festival en Nuevos Directores con La hija de todas las rabias. Desde Nicaragua, Laura Baumeister narra la historia de una niña que malvive con su madre en mitad de un vertedero, quinta película en la cinematografía de aquél país y primera firmada por una mujer. Entre naturalismo documental y retrato íntimo, su cámara se hace acompañar en todo momento por el minimalismo musical sostenido del compositor francés Para One -Retrato de una mujer en llamas-, creando una suerte de extraño universo en el que convergen luces y sombras, humanos y naturaleza, estados de necesidad y relaciones materno filiales, tesoros y plástico. El resultado es un film cuya poética del realismo mágico funciona tanto como una fábula sobre la infancia preservada que como retrato de la extrema pobreza, las desigualdades de género y el medioambiente destruido. Es decir, encontrar belleza en la basura, en la mejor tradición del cine latinoamericano.
Aunque el terreno propicio para el terror en Donostia siempre será La Semana de Cine Fantástico y de Terror, encontramos encajada con buen criterio una película como Cerdita en la sección Zabaltegi Tabakalera. Expandiendo su multipremiado cortometraje, la directora Carlota Pereda continúa con la historia de una retraída adolescente que ve como sus acosadoras gordofóbicas son secuestradas por un maniaco, personaje al que vuelve a dar vida una estupenda y sudorosa Laura Galán cubierta de sangre. Es una pena que lo más interesante de este largo parezca terminar justo donde lo hacía el corto, confundiéndose a medida que pasan los minutos entre comedia negra en la España rural, vuelta de tuerca al bullying y slasher de manual. En cualquier caso, SÍ al cine de género en el Zinemaldi. La pregunta sería: ¿Pasaría el corte del @horrorfestival? Probablemente, la haríamos grande. Jamón de bellota en tierra de nadie.
Nuestro Zinemaldi termina en el Victoria Eugenia con Los renglones torcidos de Dios, de Oriol Paulo. Segunda adaptación de la novela homónima de Torcuato Luca de Tena, el film nos encierra en un hospital psiquiátrico donde una detective se infiltra para tratar de esclarecer la muerte de un interno, elegantísima Bárbara Lennie que parece salida de un noir americano, siempre en su sitio pero eclipsando por completo al resto de personajes. Contextualizada en los tiempos del tardofranquismo a través de una puesta en escena clásica, propia del suspense de Hitchcock, el gran problema de la película lo encontramos en sus giros de guion, plagado de vueltas de tuerca marca de la casa. No puede ser más trilera pero molesta especialmente que, además, se empeñe en explicar una y otra vez el mismo truco. Habrá quienes aplaudan al prestidigitador, pero no todo vale a la hora de sorprender con fuegos de artificio. Shutter Island pocho. El libro era mejor.
Nuestro Palmarés
Concha de Oro a la mejor película: Los reyes del mundo
Premio Especial del Jurado: La maternal
Concha de Plata a la mejor dirección: Mikel Gurrea (Suro)
Concha de Plata a la mejor interpretación protagonista: Carla Quílez (La maternal)
Concha de Plata a la mejor interpretación de reparto: Oriol Pla (Girasoles silvestres)
Premio del Jurado a la mejor fotografía: Great Yarmouth: Provisional Figures
Premio del Jurado al mejor guion: A Hundred Flowers
Premio ¡¿Por qué Rebor?! ¡¿Por qué?!: La consagración de la primavera
Premios Flipesci
Flipesci Zinemaldia: Los reyes del mundo
Flipesci Perlak: R.M.N.
Flipesci New Directors: A los libros y a las mujeres canto
Flipesci Zabaltegi Tabakalera: Trenque Lauquen
Top Zinemaldi
1.- Triangle of Sadness
2.- R.M.N.
3.- As bestas
4.- Broker
5.- Los reyes del mundo
6.- La maternal
7.- Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades
8.- Argentina, 1985
9.- A Hundred Flowers
10.- Nagisa
Sin desmerecer: Crimes of the Future, Suro, Girasoles silvestres, Sparta, Apagón, Corsage, Tori et Lokita y Living. Y alguna otra que seguramente me dejaré por el camino. Buena cosecha.
Textos: @Fer_Iradier
Fotografías: @javivoland
Galería de fotos: https://www.flickr.com/photos/javivoland/albums/72157673958556408