20 Festival de Cine y Derechos Humanos
Como extensión de nuestra naturaleza, las manos pueden adoptar muchas formas, tener infinitas intenciones. Manos que saludan, manos que golpean, manos que acarician, sostienen o señalan. Dos son las que indican, en lengua de signos, que nos encontramos ya ante la vigésima edición del Festival de Cine y Derechos Humanos de San Sebastián. Y otro año más, abordamos en esta crónica un repaso completo a su programación, entre la cinefilia, la reflexión y el corazón.
Calle Santa Fe
Quien suscribe estas líneas recuerda el impacto que le causó la proyección de Calle Santa Fe en el Zinemaldia, hace más de quince años. Como su compatriota Patricio Guzmán, con el que ahora comparte Premio del Festival, la obra de Carmen Castillo ahonda en la memoria chilena. En aquél film lo hizo regresando a la casa en la que fue asesinado Miguel Enríquez, su pareja y máximo dirigente del Movimiento de Izquierda Revolucionario, un crimen en el que la cineasta casi perdió la vida y al que siguió un amargo exilio durante la dictadura de Pinochet. Además de homenaje a caídos y supervivientes, el regreso al hogar que sobrevuela este documental se erige en una revisión personal a través de la que se analizan -e incluso cuestionan- los ideales de ese pasado perdido, la nostalgia de lo que pudo ser, el poder de la memoria frente al olvido o el precio a pagar por la defensa de la libertad. Además de seguir encontrando ecos en el presente, emociona como el primer día.
20.000 especies de abejas
Al momento dulce que atraviesa el cine español en certámenes internacionales gracias a films como Alcarràs, se suma ahora 20.000 especies de abejas. Por mucho que ambas sean relatos de infancia a la luz de un verano familiar, no es acertado comparar el film de Carla Simón con el de la alavesa Estibaliz Urresola Solaguren, una película que nos habla de la identidad de género como descubrimiento y autoafirmación. Gracias a su sensible naturalismo, un guión que rehúye lo político y saca chipas al soberbio trío actoral formado por Sofía Otero, Patricia López Arnaiz y Ane Gabarain, el film encuentra incontables y hermosas metáforas para hablar de la diversidad. Aquí, su aceptación viene precisamente de la mano de la mujer que más entiende el mundo natural. Así lo intuye, casi sin comprenderlo, la pequeña protagonista frente a los panales. Hoy no ha muerto el amo de la casa: Hoy ha nacido la persona que la habita. Hay 20.000 especies de abejas. Todas distintas. Todas iguales. Todas hermosas.
Blanquita
Hace veinte años, la sociedad chilena quedó conmocionada a raíz del descubrimiento de una red de pederastas que implicaba a un poderoso empresario y altos cargos políticos. En Blanquita, el director Fernando Guzzoni ficciona aquellos hechos reales poniendo el foco en una de sus denunciantes y su tutor espiritual, encarnados por unos superlativos Laura López y Alejandro Goic. Lo hace a través de un guión quirúrgico y una fotografía que sustituyen el drama por una incómoda capa de ambigüedad, adoptando la forma de un thriller que persigue a sus personajes a través de atmosferas tenebrosas. Y es que, más que en la denuncia, el film incide en esos espacios sin iluminar en los que la línea de la justicia y la verdad se desdibujan. Queda meridianamente claro quiénes eran los culpables del caso Spiniak, pero aquí lo interesante está al otro lado del espejo. Lo dice -cara al espectador- ese sacerdote con vocación de martillo divino, justificando el fin sobre los medios: las buenas mentiras se construyen con verdades.
Metronom
Durante el régimen de Ceaușescu, la policía secreta llegó a contar con más de medio millón de informantes, instaurando un clima de desconfianza y terror entre la población. Metronom, del director Alexandru Belc, es una buena muestra de toda esa cinematografía rumana que rescata los relatos de aquella dictadura, en la que los tentáculos de la temida Securitate atrapaban incluso a jóvenes estudiantes. Sostenida por planos largos y una sobriedad marcas de la casa, esta historia funciona primeramente como un drama juvenil pero también como amargo coming-of-age. Y es que aunque su protagonista, estupenda Amara Bugarin, comience preocupada por cuestiones más sentimentales que políticas, en unas horas su periplo termina desembocando en todo un relato sobre la pérdida de la inocencia. Dicho de otro modo, en menos de lo que dura el Light My Fire de The Doors descubres que el mundo es un lugar oscuro, te quedas sin principios, sin novio y sin el romanticismo de la primera vez.
The Lost Souls of Syria
La guerra de Ucrania parece haber diluido en nuestra memoria el conflicto Sirio, que acumula ya más de una década sin visos de solución. Con ello se disuelven también los crímenes cometidos contra la población civil por el régimen de Bashar al-Ásad. De preservación de pruebas y justicia más allá de fronteras habla precisamente este documental, firmado por los franceses Garance Le Caisne y Stéphane Malterre. Tirando del hilo de miles de fotos de cadáveres filtradas de forma clandestina por un desertor, los asesinatos de Lost Souls of Syria se investigan con la frialdad de una sala de autopsia y la objetividad propia del procedimiento judicial, muros políticos de la justicia internacional ante los que se estrellan los abogados que desfilan por esta cinta. La realidad es que unos pasean su impunidad por un plató de televisión, mientras que otros deben ocultar su identidad bajo una máscara por su seguridad. Héroes anónimos o criminales, no valdrá decir aquello de que la historia les habrá juzgado.
No bears
Hablar de Jafar Panahi es hablar de resistencia, de un cineasta que se las sigue ingeniando para rodar a pesar de las trabas del gobierno de su país, cárcel, arrestos domiciliarios y prohibiciones de salida incluidas. En No Bears confluyen varias historias en una misma órbita cinematográfica, la de un director interrumpido en su trabajo por los habitantes de un pueblo, el diario de un rodaje a distancia, y la propia ficción de una pareja en fuga, personajes atrapados por el absurdo de las tradiciones en una Irán de la que no se puede escapar si no es a través del arte del cine. Gran parte de este juego metacinematográfico nos regala momentos impagables, salpicados del habitual humor ligero del director, escenas de hermoso y profundo sentido como un viaje nocturno al límite de la frontera -líneas en un mapa como conceptos de ficción y realidad- o ese manifiesto en el que la cámara sustituye al Corán como único testimonio y prueba de fe. Desafiante y lúcida como pocas, esto (también) es una película. Aunque sea de esas con final triste.
Interdit aux chiens et aux Italiens
El inicio de Prohibido perros e italianos es toda una declaración de intenciones. Unas manos anónimas construyen con elementos cotidianos, casi a modo de manualidad infantil, escenarios y marionetas que después se animarán en stop motion. De mismo modo que Rithy Pann rescataba memorias perdidas mediante figuras de barro, el director Alain Ughetto reconstruye aquí una biografía familiar, la de sus abuelos, un periplo vital que se desarrolló emigrando desde una Italia empobrecida en busca de un futuro mejor. Además de entrar por los ojos, maravilla cómo el cineasta se introduce a sí mismo en esos recuerdos-historias relatados por su abuela, un hilo conductor dialogado al que pone voz Ariane Ascaride. Preciosa en lo formal, heredera de la artesanía de sus ancestros, divertida en sus golpes de humor y dotada de una tierna poesía, estamos ante una de las cintas de animación más hermosas de los últimos años. Y más universales. En cierto modo, esta película nos explica que, si existe una patria, habita en la infancia.
Look What You Made Me Do
Determinadas temáticas, mucho más si se abordan desde el terreno documental, deben manejarse como material explosivo. Es la que toca la directora Coco Schrijber cuando radiografía a varias mujeres condenadas por dar muerte a sus maltratadores. Desde el mismo comienzo de esta cinta, dos cuerpos desnudos en la nieve enfrentados en una cacería salvaje a modo de performance, pareciera que los testimonios de estas mujeres no hablasen por sí solos. No hacía falta desgranar la receta de las albóndigas que una de ellas envenenó para dar pasaporte a su marido ni recrear la limpieza de una escena del crimen cuando el tema de fondo es mucho más interesante que la forma que adopta. Como esos niños confrontando el cuadro de Artemisia Gentileschi, Look What You Made Me Do parece dejar la reflexión final al espectador. ¿Es la violencia un constructo social más del patriarcado? Perturbador, ambiguo, conscientemente sensacionalista e igualmente incontestable en sus conclusiones.
Mariupolis 2
Estallada la guerra de Ucrania, el documentalista lituano Mantas Kvedaravicius quiso regresar a Mariupolis para buscar a la gente que había filmado para el documental del mismo nombre allá por 2016. El proyecto terminó en tragedia mientras trataba de huir de la ciudad, quedando sus grabaciones como testigo mudo de aquel proyecto. Rescatadas por su pareja, a medio camino entre el homenaje póstumo y el retrato observacional de una vida detenida en segunda línea de combate, esta Mariupolis 2 evoca una tensa calma en la tormenta, la cotidianeidad de un conflicto en el que los cañones resuenan de fondo como truenos, paisajes post-apocalípticos arrebatados al Stalker de Tarkovsky o el barrer de un patio en mitad de los escombros como inútil resiliencia. Un perro solitario y una paloma blanca parecen decirnos que siempre puede rescatarse algo de la batalla. Ciertamente, las balas pueden matar al cineasta pero -a veces- sobrevive el poder de su imagen.
Karpeta urdinak
El director Ander Iriarte ya nos sorprendió, hace casi una década, con De Echevarría a Etxeberria, documental que entraba a analizar el fuero interno de la izquierda abertzale y su relación con la violencia con una sinceridad cristalina. Karpeta urdinak indaga en otra violencia del conflicto desde el punto de vista de la reparación y la verdad, ese que llevó al Gobierno Vasco a elaborar dentro del Plan de Paz y Convivencia su Proyecto de investigación de la tortura y malos tratos entre 1960-2014. Se esfuerza mucho esta película en conjugar dos aspectos. De una parte, la metodología utilizada en aquél estudio, expuesta aquí con la claridad de un PowerPoint y la presencia de expertos del nivel de Paco Etxeberria. De otra, la vertiente testimonial, corazón dramático que se extiende a la intimidad del director. El resultado es un trabajo tan demoledor en sus conclusiones como didáctico para la comprensión de la sistematización de la tortura. Detrás de cada carpeta azul hay una persona. Y una historia de justicia pendiente.
The Golden Thread
Sorprende leer, aquí y allá, noticias recurrentes sobre el milagro Indio cuando el país asiático se presenta como una de las sociedades más desiguales del mundo, desde su sistema de castas hasta la brecha de género. Podemos ver mucho de esto en The Golden Thread, documental en el que la realizadora Nishtha Jain indaga en estas desigualdades a través de la industria bengalí del jute, la conocida como “fibra dorada”. Hay algo de hipnótico en ese proceso de fabricación que el film desgrana con interés observacional, máquinas propias de otros tiempos funcionando al unísono entre cuerpos sudorosos, procesos que la cámara filma a través de planos compuestos y una luz dorada crepuscular. Detrás están las historias de los trabajadores anónimos, mano de obra prescindible ante una inminente obsolescencia. Y es que, como esa imagen primigenia de los obreros saliendo de la fábrica, hay algo en esta película que remite a un tiempo que se acaba.
Tetuán
Dejó escrito Eduardo Galeano que no son libres los caminos del éxodo humano, cita que abre esta película. Con Tetuán, Iratxe Fresneda cierra una trilogía sobre el registro de la memoria, iniciada con Irrintziaren Oihartzunak y continuada en Lurralde Hotzak. Aquí, la directora reconstruye -y construye- esta memoria tirando de un hilo familiar y una fotografía, conexiones que nos llevan a través de un viaje histórico y geográfico que fluye como un río, hermosos diálogos de imágenes y monólogos interiores. A modo de desembarco, la segunda parte del film abandona la no ficción para detenerse, de forma mucho más convencional, en otras historias divisorias del espejo migratorio. Y es que el regreso de Irina y Mohammed a un hogar que ya no sienten del todo como propio deja un único mensaje circular. Ya sea en Marruecos, Rumanía, Euskadi o los campamentos del Sahara, todos somos viajeros del tiempo que nos ha tocado vivir. Nuestro relato es el mismo porque, como también decía Galeano, estamos hechos de historias.
Victim
La instrumentalización del odio al diferente siempre se ha estilado en determinados espectros políticos. Es la trampa en la que cae la protagonista de esta película cuando su hijo denuncia haber sido agredido por un grupo de gitanos, generándose en su ciudad de acogida un peligroso caldo de cultivo. Bajo esta premisa, el eslovaco Michal Blasko va tensando poco a poco un drama social de imponente calado moral sobre la xenofobia, los prejuicios y el auge de la ultraderecha populista en Europa, unas amenazas a las que tampoco es ajena el personaje principal del film, inmigrante en un país receloso. A este dilema de valores responde una estupenda y medida interpretación de la actriz Vita Smachelyuk, madre atrapada entre la verdad, el miedo y la necesidad. Y lo cierto es que aunque todo esto suceda en la Republica Checa, asusta la universalidad de esta historia. Hoy la víctima se convierte en el verdugo. Mañana puede suceder en tu barrio. Pasado mañana, los diferentes o manipulados seremos nosotros.
Cabeza y corazón
Si hablamos de baloncesto y discapacidad, es imposible no traer a la cabeza a los Campeones de Javier Fesser. Poco tiene que ver con aquella ficción, más allá de la cancha, el documental que firman Ainhoa Andraka y Zuri Goikoetxea en seguimiento de la selección española femenina de baloncesto en silla de ruedas. Saben las directoras situar su cámara a la altura de las jugadoras, generando impresionantes planos a cámara lenta, suspendidos en el tiempo, en los que se alternan los testimonios individuales con la tensión del partido y el suspense del resultado, priorizando siempre la expresión de los rostros sobre el aro de la canasta. Insertos entre los enfrentamientos para lograr el hito de una clasificación olímpica está la rutina de las protagonistas en competición, sus inseguridades, compañerismo y dignidad fuera de cualquier condescendencia. El retrato íntimo es estupendo, pero no puede haber mayor éxito para un documental deportivo que el de conseguir que el espectador contenga el aliento en cada tiro.
Les Harkis
Muy poco conocida fuera de sus fronteras es la historia y destino de los harkis, árabes reclutados por el ejército francés durante la guerra de Argelia que fueron abandonados a su suerte y las represalias tras la independencia o internados en campos de refugiados en la metrópoli. Philippe Faucon recoge aquellos hechos históricos en una película desprovista de toda épica, en la que las elipsis cortan cualquier acción como anclamiento objetivo al pasado. No se le puede exigir más desarrollo de personajes a un film que dura apenas ochenta minutos, áridos como los paisajes que recorren esos soldados condenados de antemano a la derrota. A pesar de su sobriedad minimalista, Les Harkis ofrece un interesantísimo vistazo a un tema que, como todo lo que toca a su colonialismo, sigue levantando ampollas en el país vecino, denunciando el compromiso contraído con unos luchadores varados en tierra de nadie. Ni gloria a los vencidos, ni paz a los traidores.
Las buenas compañías
Los años setenta fueron un campo de batalla para la conquista de derechos. Lo saben bien las mujeres de Rentería que, desde la clandestinidad activista, consiguieron montar una red segura para ayudar a otras a abortar. Es el trasfondo que la directora Silvia Munt elige para ambientar este film protagonizado por una adolescente en descubrimiento de su rebeldía identitaria. En Las buenas compañías conviven varias películas, retrato generacional, historia de amor, drama familiar y memoria feminista, todas ellas atadas de forma satisfactoria. Las estupendas interpretaciones de Alicia Falcó (esa mirada a lo Winona Ryder), Elena Tarrats e Itziar Ituño dan peso y veracidad a un film hermoso y delicado, hasta en su humor, al que tal vez se le pueda reprochar una recreación de la época para el gran público demasiado luminosa, dejando casi de lado la violencia de aquellos años. Y es que, como decía en el coloquio una de las participantes de aquél colectivo de mujeres valientes, aquella Errenteria era bastante más gris.
Nadie está lejos
La aporofobia -anoten el término- se define como el miedo y rechazo hacia las personas pobres. Es el estigma contra el que trata de luchar la compañía teatral gipuzkoana Ados, que visibiliza este problema situando sobre el escenario a sus protagonistas. Si algo nos deja claro este mediometraje, modesto en medios pero grande en intenciones y corazón, es que en un sistema en el que las personas cada vez cuentan menos y los ascensores sociales descienden rápido, todos podemos estar cerca de caer en la pobreza en un momento dado. Pero, más allá de las colas del hambre, la exclusión social o el racismo intrínseco que se intuye en algunas de las historias de este documental, hay también una hermosa dignificación de todas esas personas que se conocen y reconocen como actores sobre las tablas, adquiriendo nombre y rostro tras las máscaras del anonimato. Otra prueba más de que, de no poder arreglar el mundo, el arte bien tiene la capacidad de transformarlo.
Toi non plus tu n’as rien vu
Un embarazo sin evidencias físicas hasta el alumbramiento al que sigue un abandono del bebé por parte de una madre en estado de ensoñación traumática. Pensaríamos que se trata una historia de ciencia-ficción pero hablamos del casi desconocido trastorno de la negación del embarazo, judicializado en más de una ocasión. La directora Béatrice Pollet firma, precisamente, un drama en torno a este fenómeno basado en hechos reales, cuya protagonista se enfrenta a una cadena perpetua por algo que no recuerda ni comprende. Funciona bastante mejor la vertiente del thriller judicial, detallando todos los engranajes del procedimiento, que el retrato del personaje, una críptica Maud Wyler atrapada por un comportamiento incapaz de explicar. En cierto modo, la película parece no querer indagar más allá de su premisa, como un misterio insondable, fueras de plano incluidos. Sin embargo, el veredicto que nos deja es claro: por ser mujer, la condena es doble.
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1.- No bears
2.- Interdit aux chiens et aux Italiens
3.- Blanquita
4.- 20.000 especies de abejas
5.- Metronom
6.- Las buenas compañías
Textos: @Fer_Iradier